José Antonio Álvarez Gundín

Buscando a Marta

Antonio del Castillo y Eva Casanueva siguen buscando. Desde hace cuatro años no han cesado de buscar una sola cosa: el cuerpo de su hija Marta. Este lunes, trajeron su desvelo a la casa de LA RAZÓN, que ya es el nuestro también. Tienen razón cuando dicen que Marta, su memoria incandescente más allá del horror, es un poco la hija por la que velan las familias españolas, aguardando su regreso a casa a altas horas de la madrugada. No hay vigilia más eterna ni noche más oscura que la palabra ¿dónde? En algún lugar de Sevilla yacen los restos violentados de una muchacha que era la vida misma y nadie podrá conciliar el sueño impunemente mientras no sepamos dónde depositar unas flores y enhebrar una oración. No habrá descanso sin su descanso ni recompensa sin su rescate. Antonio nos contó, con el seco dolor de tantos días anegados en llanto, que de los jueces poco o nada espera que no sea la frialdad lapidaria de otra sentencia sin alma. La Justicia ya habló, pero de su lengua sólo nos llega el chasquido de un disgusto. Aparte de ciega, desabrida. Bien, tal vez la maquinaria judicial no tenga más recorrido y en cualquier momento se parará su último engranaje. Pero Antonio y Eva no se pararán un segundo mientras ahí fuera, en algún lugar, Marta no encuentre el camino a casa. Siguen buscando porque no hay tierra bastante para sepultar su dolor. Seguimos buscando porque todos nos hemos extraviado desde entonces y sólo nos reconforta el coraje de unos padres que nunca se abandonarán a la derrota. Hay algo más, sin embargo. La memoria de otras muchachas (Sandra, Mariluz, Rocío...), también despedazadas por la maldad, reclama una respuesta legal de la misma magnitud. Como la aprobación de la cadena perpetua revisable. Es lo justo, si es que para tanta injusticia hay reparación posible en un Código Penal.