Elecciones generales
«Cagancho» en Almagro
Apenas acompasado el segundo vals Pedro Sánchez se apresura a oficiar su Oficio de Tinieblas sobre Mariano Rajoy y su partido. «Hay gente pa tó» dedujo Rafael «el Gallo» cuando le presentaron a Ortega como catedrático de Filosofía. Este monotema de ver el monstruo de las galletas en quien viniendo de una mayoría absoluta ha obtenido la primera minoría es infantiloide. Estamos adoptando la costumbre italiana, y ahora portuguesa, de convertir en decimales desechables las mayorías minoritarias. Son legítimas las mayorías por agregación pero no se puede prescindir de una abultada bolsa de lo censo o de todo el centro derecha social. La demonización de Rajoy es pueril; posee cartas para haber triunfado en la vida privada, ha servido honradamente al Estado con todos los errores de nacido de mujer, y en su denostada legislatura evitó que los hombres de negro se asentaran en Madrid cuando los socialistas lo consideraban inevitable. Al capitán que salva el buque, aún con daños, no se le pasa por la quilla. Tendrá que limpiar el PP, pero con menos esfuerzo que el que necesitará Sánchez para sanear el PSA. Y los «riveritas», aceitando la bisagra, le denostan los días pares y le perdonan los impares.
En agosto de 1927 Joaquín Rodríguez Ortega, «Cagancho», diestro genial era cartel en Almagro y le tocó en suertes un toro que sabía dónde estaba el cuerpo. Comentó a la cuadrilla: «Ese toro me ha mirado mal». Reventó tres caballos, el diestro le dio unos mantazos largos e intentó asesinarle desde el burladero con estocadas aleatorias. El Sol hervía las cabezas y había corrido demasiado vino. «Cagancho» avisó que no mataba y un tendido se vació en el ruedo arrollando a la Guardia Civil con la decidida intención de matarlo a él. Providencialmente entraba en Almagro un escuadrón de caballería que apartó la horda a sablazo plano rescatando al linchado al Ayuntamiento, poniendo guarda de puertas con arma larga. El gitano de los ojos verdes sigue siendo un hito de la tauromaquia y, además, un generoso hombre de bien que en México, donde falleció, abrió los brazos a todo el que requirió ayuda. Pero en los espectáculos de masas se dan estos desvaríos de Circo romano. Y la política es otro espectáculo de masas. Sánchez, aupado en su histórico fracaso electoral, se niega a advertir que el astado inlidiable, y que también le está mirando mal, lo tiene a su izquierda, y vamos a acabar todos como «Cagancho» en Almagro.
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