Julián García Candau
Çakir y Diego, protagonistas
Ganaba el United por autogol de Sergio Ramos y la eliminatoria parecía inclinada a favor del equipo inglés. El árbitro, el turco Çakir, decidió tomar partido y en el choque entre Nani y Arbeloa expulsó al portugués. Levantó el pie y le dio a Arbeloa, que venía por detrás. Involuntariedad, aunque juego peligroso por la altura del pie. Era de amarilla. A partir de ese momento cambió el juego. El Madrid recurrió a la épica y empató Modric en disparo desde fuera del área, que dio en el poste antes de entrar. Luego Cristiano Ronaldo remató la función.
Ferguson dejó en el banquillo a Rooney, Chicharito, Kagawa y Valencia. Para buscar el gol alineó a Welbeck, goleador en el Bernabéu, y a Van Persie. Dio la impresión de que optaba por sistema conservador. Se adivinaba el deseo de evitar los contragolpes del Madrid. Sin embargo, el United se lanzó pronto a probar la defensa madridista y en 25 minutos lanzó cinco saques de esquina. En medio partido se vio más a Diego López que a De Gea. En la primera salvó el gol en dos ocasiones. En la segunda hizo lo mismo. Ganó la eliminatoria.
Eliminar al United era presentar firme candidatura a la conquista de la Copa de Europa. El equipo inglés tenía que ser forzosamente una barricada contra la que se precisaba infantería brava y con deseos de triunfo. El Manchester no podía permitir que el Madrid pasara por encima de sus trincheras. Y recurrió al juego directo.
El partido era previsible que se jugara al contraataque. Los ingleses practican tradicionalmente un fútbol de toma y daca, sin concesiones, dando la cara. Solamente frente a un equipo como el Madrid se podía permitir la licencia de jugar con alguna precaución. Y, contra todo pronóstico, y los signos de los primeros minutos, no renunció a ganar. Siempre le quedará el recuerdo de Çakir.
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