Acoso sexual
Callados (y calladas) como pu... ertas
Manuel Muñoz, empresario y ex vocal de la Cámara de Comercio de Sevilla, libó más licor del debido en un almuerzo navideño y gastó una broma de pésimo gusto a la diputada regional Teresa Rodríguez: simuló besarla. Avergonzado, ha admitido su error y ha dimitido de todos sus cargos. Fin de la historia. O no. La agraviada ha hecho uso de su legítimo derecho y pide una reparación en los tribunales, solicitud razonable que a todas luces le será concedida. Dice la portavoz de Podemos que se sintió «humillada» y «maltratada» por el exabrupto del rijoso. Pues vale. Su secretario de organización, Pablo Echenique, también podría haber argüido la atenuante de embriaguez no habitual si alguna asociación feminista se hubiese querellado por entonar el vejatorio estribillo «chúpame la minga que tiene sustancia». Su secretario general, Pablo Iglesias, ni eso: cuando escribió que «azotaría hasta que sangre» (con un error de conjugación: una licenciatura en CCPP en la Complu no dan para aprender sintaxis ni para saber que en Andalucía jamás se celebró un referéndum de autodeterminación) a una conocida periodista, no consta que fuese achispado. Ni a uno ni a otro los ha reconvenido su compañera, cuya sensibilidad hacia los comportamientos machistas va a resultar de quita y pon. Por supuesto, no emplearemos la expresión coloquial «callados como putas», que es como se quedan muchos cuando el becerro pertenece a la «famiglia», para no herir más susceptibilidades de la cuenta. Siempre tuvieron un tufillo paradójico (¿cobarde?) las risas que echaba Amparo Rubiales, referente del mujerismo regional, junto a su compañero en la ejecutiva socialista Txusito Egiguren, condenado en firme por abrirle el cráneo a su esposa de un paraguazo. La tolerancia según convenga, o sea, de cero a cien.
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