Cástor Díaz Barrado
Calma en Argelia
El triunfo de Abdelaziz Buteflika en las receintes elecciones presidenciales en Argelia no ha sido ninguna sorpresa, incluso no llama la atención, en modo alguno, que no se haya precisado una segunda vuelta para renovar el mandato del presidente argelino. Buteflika es una de las manifestaciones por excelencia de la realidad argelina, compleja e indescifrable y representa, mejor que nadie, el pasado de este país árabe desde el momento en el que tuvo lugar la independencia. Lo más sobresaliente, sin embargo, es que el presidente argelino pone en valor la tranquilidad en un país que, en cualquier momento, podría verse inmerso en situaciones de conflicto y enfrentamientos. Buteflika es, para muchos de los argelinos, la superación de los violentos años que tuvieron lugar en el decenio de los noventa del pasado siglo y la garantía de que el país viva en paz. No caben dudas de que Argelia necesita profundas reformas y que se debe iniciar el camino que conduzca a una paz duradera. Pero los peligros que se ciernen sobre Argelia están presentes y, por ahora, Buteflika es la mejor forma de superarlos. Las reacciones que se produjeron en el país en los inicios de la denominada «primavera árabe» explican la necesidad de los cambios pero, al mismo tiempo, manifiestan el temor de los argelinos a que se produzca una espiral de violencia que todos rechazan. La solución islamista no es la mejor para Argelia ni tampoco para sus aliados en el mundo occidental. Los sucesos de 1992 y el triunfo del Frente Islámico de Salvación pusieron de relieve la dificultad de consagrar un régimen islámico en este país. No todo está resuelto, ni mucho menos, con el nuevo triunfo electoral de Buteflika y, más aún, si se tiene en cuenta el débil estado de salud del Presidente. Por ahora, Buteflika aporta calma y tranquilidad tanto en la situación interna como en la política exterior argelina, pero el futuro más inmediato de Argelia, infortunadamente, no está nada claro y con estas elecciones comienza a escribirse este futuro. Argelia debería abrir una nueva etapa alejada tanto de los criterios de la independencia como, por supuesto, de las experiencias de violencia que han castigado duramente a la población argelina. Argelia es un país con futuro en la escena internacional. Estamos en la fase final de los mandatos del presidente Buteflika y se avecinan cambios en Argelia. Nada mejor para este país que un cambio tranquilo y sosegado que lleve al reforzamiento del sistema democrático y al desarrollo económico y social del país.
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