Paloma Pedrero

Calor y violencia

Un estudio profundo de varias universidades norteamericanas nos dice que los cambios climáticos generan cambios en las actitudes humanas. Y que, más concretamente, hay una relación clara entre el aumento de la temperatura y la violencia en el mundo. Es curioso, ¿no? Pero no sorprende. Siento este país abochornado de calor, controlando una tensión tremenda. Porque los investigadores señalan también «que las personas son más propensas a tomar las armas cuando la economía se deteriora», y aquí, además, las economías domesticas llevan años desmantelándose sin respiro. Es asfixiante sentir cómo nos exprimen el jugo. Somos como uvas a las que van sacando el néctar hasta dejarnos pasas. Sin recursos. Apretados y ardiendo. Porque este país está viviendo un cruel deterioro en calidad de vida. Y los españoles estamos resistiendo asombrosamente bien. Un deterioro que no viene de catástrofe natural alguna, sino de la ineptitud y avaricia de ciertos poderosos que, además, no han pagado la culpa. ¿Cómo es posible que los banqueros sigan en actitudes prepotentes hacia la ciudadanía? Pues vayan a visitarlos y lo verán, siguen. No han aprendido la lección porque no han tenido castigo. Como no lo han tenido, y no lo tienen, los que gobiernan mal y mirándose el ombligo. Y, mientras los políticos se dan sus «merecidas vacaciones», como les he oído decir, mucha gente corriente se queda en su casa, si es que la conserva, aplicándose el ventilador para soportar la calima y la rabia, viendo en la tele cómo se bañan en el mar los otros. Quitando la tele y el ventilador después de enterarse de que vuelven a subir la luz. Están metiendo el dedo en la herida. Y el calor, ya se sabe, incendia.