Juegos Olímpicos

Juegos Olímpicos

«Camisinhas»

La Razón
La RazónLa Razón

Kazuhiko Koshikawa, embajador de Japón en España, aplicó sordina a la «crisis del zica» que alarmó al Comité Olímpico de Estados Unidos. «Nosotros fabricamos unos insecticidas magníficos», comentó el diplomático a propósito de la congoja generada y restó trascendencia a la picadura del mosquito. Confiaba en los informes de la Organización Mundial de la Salud y en la serenidad del COI, que, aparte de camisas de manga larga, pantalones largos y los protectores habituales, no añadirían más medidas que un tráiler de condones. En marzo no había que tomar precauciones excesivas y, de repente, el penúltimo día de mayo, a dos meses del comienzo de los Juegos, Pau Gasol advierte de que es preciso concienciarse del peligro real, que 150 investigadores sugieren que hay que tomarse en serio la amenaza y aconsejan cambiar la sede de los Juegos de Río o aplazarlos. Le inquieta tanto la situación que él, como la futbolista estadounidense Hope Solo y algún deportista más, valora si acudir o no a la llamada olímpica. Es libre.

Pau está preocupado, por los 10.500 atletas que competirán en Río, por los 30.000 periodistas acreditados y por el medio millón de visitantes que recibirá la ciudad entre el 5 y el 21 de agosto. Si el riesgo es el que él se imagina, calcula que el contagio puede extenderse a medio mundo tras los JJ OO.

La Comisión Médica del COI asume los informes de la OMS y mantiene la guardia baja y la alerta de andar por casa, aunque hay 26.000 afectados en Río por la picadura. La solución de Thomas Bach y el ministerio de Salud brasileño consiste en repartir 450.000 gomas, 100.000 preservativos femeninos y 175.000 botes de lubricante entre los atletas, pues la enfermedad se contagia por transmisión sexual. Son 42 profilácticos por deportista... Es como si se organizara otra competición paralela para elegir cada amanecer a los campeones olímpicos de la «camisinha», con lo que el debate se reduce a una cuestión de condones.