Izquierda abertzale

Capone en Chicago

La Razón
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Desde que la astrofísica coincidió en el «Big-Ben» queda por discernir si el Universo es finito y quedo o infinito y en expansión, acordándose que, siendo curvo, la luz puede volver a su origen con imposibilidad de intervenir en lo que ya ocurrió. Así, sería edificante seguir la candidatura de Alfonso Capone a la alcaldía de Chicago, que triunfaría holgadamente, no faltándole a «Scarface» asistencias y paniaguados. El agente del FBI, Eliot Ness, encabezando un equipo de incorruptibles, no logró una prueba contra Capone ni por vulnerar la «Ley seca» ni por asesinar sañudamente (con bate de beisbol) a sus semejantes ( San Valentín quedó impune), y tuvo que ser un oscuro contable, Frank J. Wilson, quien sugiriera hurgar su contabilidad. En 1932 solo pudieron condenarle a 11 años por fraude fiscal, abandonando prontamente Alcatraz por sífilis cerebral. Si sólo nos atenemos a la jurisprudencia AlCapone podía haber aspirado hasta a la Presidencia porque eso de no pagar algunos tributos es considerado por gentes de toda laya como pecado venial que no ha de ser terrible mácula indeleble. Se ignora si Arnaldo Otegi ha pagado alguna vez impuestos o sólo se ha dedicado a las exacciones, pero, al menos, cabría esperar que cumpliera por completo su benevolente sentencia, que incluye una corta inhabilitación, antes de aspirar a la lehendekariza. Pese a sus muchos méritos, si mantuviéramos la pena de muerte se le impediría opositar a verdugo pero aún hay controversia sobre si este franciscano puede presentarse a unas elecciones. No es este un debate jurídico o político sino evidencia de la confusión moral en que nos estamos sumiendo. Que el PSOE, que tanto a sufrido por él y sus conmilitones, se ponga de perfil ante los propósitos de Otegi denota que la cúpula socialista, también por esto, necesita unos ejercicios espirituales para que todos sepamos en que tienen fe. Manipulando la Historia, queriendo emular a Jerry Adams, superponiendo Euskadi sobre Eyre, se yergue altivo sobre su charco de sangre el hombre de paz regresado a la legalidad ante el respeto pazguato de los políticos paletos. A la postre la «prohibición» se demostró insensata y nadie puede saber si Capone hubiera sido buen regidor para Chicago, y aunque el señor Hyde sea inseparable del doctor Jekill, tal aspiración hubiera sido inconcebible, no desde la ley, sino desde el sentido común que en nuestra política tiene más agujeros que la bandera de Nápoles.