Alfonso Ussía
Carmen Bündchen
Lo dice una mujer del Partido Popular y la empluman. Pero lo ha dicho una sindicalista de laUGT, y entonces conviene comenzar pidiéndole perdón por osar disentir de sus palabras y su comportamiento. Por la delicadeza de su frase no parece pertenecer al ámbito de las mujeres cultivadas. Sentenció Sacha Guitry que cuando le hablaban de un hombre o una mujer cultivados se los imaginaba con perejil y zanahorias en las orejas. Carmen Bündchen no debe temer la invasión de la huerta en sus oídos. Se cree bellísima, despampanante, atractiva y enloquecedora. Ha errado la senda de su vida. En lugar de sindicalista tendría que haber estudiado para modelo de pasarela. Requiere más esfuerzo lo segundo que lo primero, y es muy probable que se gane más dinero con lo primero que con lo segundo, pero la belleza natural es un don que no merece ser pasado por alto.
Lo cierto es que no se apellida Bündchen. Carmen sí es su nombre, y le envío mi más cordial felicitación con unos días de retraso por su onomástica. Se llama Carmen Castilla, y es la secretaria general de UGT en Andalucía. Dicen sus próximos que lo está pasando mal por las noticias que aparecen todos los días, pero debe tranquilizarse. Es más difícil en la España de hoy que un dirigente de UGT entre en la cárcel que un hijo de Pujol. Por ese lado, Carmen Bündchen, antes Castilla, puede sosegarse. Y durante el sosiego, contratar unas pocas clases de buena educación y respeto ciudadano, eso que se conoce por urbanidad.
Algún pelota de su sindicato, o un pelota de la prensa o un pelota de la familia, estableció una comparación, casi una equivalencia, entre ella y la Presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. No estuvo acertada en su comentario. Carmen Bündchen, antes Castilla, tiene que estar muy agradecida a Susana Díaz, que lleva retrasando las responsabilidades políticas contraídas por el PSOE en la basura de los ERE de UGT, desde que alcanzó el poder. El PSOE y UGT en infinidad de personas y actuaciones son la misma cosa, y Carmen Bündchen, antes Castilla, no puede quejarse de la calculada desidia de Susana Díaz para levantar alfombras y barrer las suciedades ugetistas. Una mujer como Carmen Bündchen, antes Castilla, sindicalista de pro y muy probablemente profesional del feminismo «progre» no puede caer en machismos cavernícolas ni en insultos vulgares. «¿Se considera comparable con la Presidenta de Andalucía?»; «tiene cojones, con lo fea que es».
Susana Díaz, efectivamente, no puede compararse en su conjunto físico con Audrey Hepburn. Conocí muchos años atrás a la gran actriz en Formentor, y era un prodigio. En los atardeceres formentorinos, cuando el pianista del privilegiado hotel de la familia Buadas iniciaba su concierto diario con «El Lago de Como», aparecía por la puerta que da a la gran terraza Audrey Hepburn seguida de su enamorado holandés , y aquello era un espectáculo. Gasas que volaban y una levedad en los andares que no acompañan a Susana Díaz cuando se mueve. No viene al caso, pero en aquel Hotel Formentor, su propietario y director Miguel Buadas me asignaba siempre la habitación 112, que era la de Sir Winston Churchill. He pasado decenas de noches en la misma cama que proporcionaba el sueño y el descanso a uno de los mayores genios universales del siglo XX.
Pero Susana Díaz es atractiva. Tiene buena caja, bien puestos los huesos y su expresión irradia alegría y una feliz crianza. Nada de eso se reúne en la sindicalista grosera que se cree guapa. Es rubia sin serlo, exprime la expresión para mejorarse, boquita de piñon y una lengua inadecuadamente larga. Ese «tiene cojones» basta y sobra para calificar a la nena de la UGT. Lo que sigue, además de un insultante desprecio, es una vulgar grosería. Injusta, por otra parte, porque Susana Díaz es, como mujer, infinitamente más interesante que la necia atrabiliaria.
Claro está, que hay que respetar los gustos. Si a la compañera Castilla, Susana Díaz, «tiene cojones», le parece fea, no es de recibo que lo proclame, pero está en su derecho de pensarlo, e incluso de decirlo en conversaciones privadas. Si el tipo de belleza que encandila a la compañera Castilla, antes Bündchen, es el de Cándido Méndez, nada hay que objetar. Pero manifestarlo abiertamente, además de tener cojones, tiene un gusto pésimo y da a entender el nivel por el que se mueve la UGT de Andalucía.
Claro, que el nivel por el que se mueve ese sindicato es el de las cloacas de la sinvergonzonería y los suelos atiborrados de cáscaras de gambas y cabezas de bogavantes. Eso sí tiene cojones. Y es feísimo.
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