Cristina López Schlichting
Carmena contra el Belén
Desde 1976, la Puerta de Alcalá era en Navidades el portal de Belén de los madrileños. Unas figuras sencillas recordaban la tradición, que para unos era simple Historia, para otros, símbolo de fiesta y cultura artesanal, y para los de más allá, una liturgia de fe. Hasta que llegó Manuela Carmena. Ahora Madrid ha quitado para siempre las figuras de la Plaza de la Independencia, con disgusto y protesta de numerosísimos vecinos. Digo «para siempre» porque el año pasado por estas fechas los viandantes colocaron, a modo de vindicación, más de 500 belenes bajo los arcos de la Puerta de Alcalá, sin que de nada sirviese, porque este año se ha vuelto a ignorar la petición popular. Un fondo iluminado de noche vieja, con flores, discos y rayos ocupa los arcos más emblemáticos de la capital.
Tan rotunda decisión contrasta con el generoso uso de los espacios de Patrimonio cuando las vindicaciones gustan en el Ayuntamiento. Ahí sigue, en la fachada del Palacio de Cibeles, la pancarta de bienvenida a unos refugiados que nunca han acabado de venir. El mismo lugar ocupó la gigantesca bandera con los colores del arco iris con motivo de la semana del Orgullo LGTBI. Tanto el Palacio como la Puerta de Alcalá se tiñeron entonces de rosa en unos juegos de luz espectaculares.
Menuda se lió, en cambio, cuando Marimar Blanco pidió que la imagen de su inolvidable hermano colgase del antiguo edificio de Correos. Tras vergonzosos tiras y aflojas, la alcaldesa se negó a poner el cartel en la fachada y se limitó a colocarse en la puerta durante un rato, tras una pancarta en blanco y negro que rezaba: «En el 20 aniversario del asesinato de Blanco, Madrid con todas las víctimas del terrorismo». No quiso el rostro de Miguel Ángel, tan querido por los madrileños.
Manuela Carmena usa los edificios y monumentos de todos al servicio de la ideología. Si le gusta una causa no ahorra emblemas; si no le gusta, se ignora al demandante. No parece justo que por el hecho de que Ahora Podemos gobierne en Madrid gracias al Partido Socialista, la Navidad sea expulsada de los espacios de honor de causas no menos nobles, como la igualdad de las personas o la ayuda a los expulsados por las guerras.
Tal vez debiera la señora alcaldesa considerar que María y José fueron en Belén viajeros sin techo, apenas refugiados en unos corrales. Y que el amor hacia el extranjero o el que tiene distintas inclinaciones sexuales no nace del paganismo, sino de la igualdad que predica el cristianismo. Estoy segura de que muchos gays y lesbianas, muchos refugiados, están más que dispuestos a compartir con la Sagrada Familia la Puerta de Alcalá. Da pena que quien dice hablar en nombre del pueblo ignore tan olímpicamente al pueblo. ¿A qué viene negarse a colocar un pesebre en las calles? La protesta no va a cejar. La gente ya ha empezado a colocar de nuevo los misterios pequeñitos bajo los grandes arcos de la plaza de la Independencia.
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