José Antonio Álvarez Gundín
Cenizas de Angela
Tiene suerte Angela Merkel de ser alemana. De haber nacido española, hoy no sería más que cenizas esparcidas en la oposición por no haber ganado las elecciones con mayoría absoluta. Y además no se llamaría Angela, sino Javier Arenas, sin ánimo de ensañamiento. Son raros estos alemanes, en general, pero lo son mucho más los socialistas, pues teniendo la gran ocasión de subir al poder con el apoyo de los verdes y los comunistas (entre los tres partidos suman una holgada mayoría) la desprecian por unos ridículos escrúpulos morales. Ha dicho Pee Steinbrück, el Rubalcaba alemán, que jamás pactará con La Alternativa, que son la Izquierda Unida de allí. ¿Y por qué tanto melindre? ¿Por incompatibilidad personal, por afrentas pasadas, por odio sacro-germánico? Nada de eso: por coherencia ideológica y congruencia moral. Es decir, porque no considera que los comunistas sean ni fiables como socios ni sinceros como demócratas. Pero también porque en Alemania se respeta escrupulosamente la elección más votada, aunque no obtenga mayoría absoluta. Allí causaría escándalo el baile de disfraces de la Junta de Andalucía, donde en vez de gobernar el candidato más votado lo hace una señora a la que nadie votó. Tampoco habría cuajado en Múnich o en Fráncfort un tripartito como el de Montilla, aquel engendro contra natura del que derivan algunos de los males presentes de Cataluña. No, con los alemanes no prosperaría un dirigente como Rubalcaba, que ha anunciado su segura subida al Gobierno en 2015 no porque vaya a ganar las elecciones, sino porque Rajoy perderá la mayoría absoluta. Para estar tan prendado de la organización federal de Alemania, al líder del PSOE no se le ha pegado la principal virtud de Steinbrück: el respeto a los votantes. Le convendría un Erasmus en Berlín.
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