Luis Alejandre
Centroáfrica en nuestra conciencia
Los 53 jefes de Estado y de Gobierno reunidos en una cumbre organizada por el Eliseo sobre la Paz y Seguridad en África, tras haber debatido ampliamente la situación en Mali y haber decidido crear una Fuerza de Acción Rápida específica, estaban a punto de dejar París el pasado día 7, cuando se encontraron con el estallido de la situación en la República Centroafricana. Nunca saltan por casualidad estas situaciones. Alguien sabe bien cómo mover los hilos de las crisis buscando el momento oportuno. Porque la situación de emergencia, que Naciones Unidas ha calificado como genocidio, no es nueva.
Centroáfrica, es un país sin salida al mar de 623.000 kilómetros cuadrados, habitado por unos cinco millones de habitantes pertenecientes a 80 etnias diferentes. A pesar de sus riquezas naturales –especialmente petróleo en la conflictiva región norte de Vakaga– se halla entre los 10 países más pobres del mundo, con un índice de analfabetismo del 49% y de esperanza de vida de 43 años.
Francia ha estado presente en la región, marcada especialmente por las cuencas de los ríos Ubangui, tributario del Congo al sur, y del Chari que desagua en el lago Chad en el norte, desde el siglo XIX. Concedió la independencia al país en 1960. Desde entonces su historia se circunscribe en una convulsa búsqueda de estabilidad política y social. El último giro se produjo en marzo de este año cuando una coalición de rebeldes islamistas derrocó al presidente François Bozizé para situar en el poder al primer líder musulmán en un país de mayoría cristiana. A esta inestabilidad interna contribuyen indiscutiblemente sus inestables vecinos , Sudán y Chad especialmente, con unas fronteras permeables que han permitido desde siempre que grupos rebeldes armados, campen por sus respetos entre ellas.
La comunidad internacional ha estado comprometida con el país desde comienzos de su andadura independiente, que conoció entre otros momentos la excéntrica y cruel dictadura militar de Bokassa. Una fuerza interafricana (MISAB) ya desplegaba en 1997 y otra de Naciones Unidas (MINURCA) lo hacía en 1998. La Unión Europea desplegaría en 2007 (EUFOR TCHAD-RCA) a la que se uniría MINURCAT una misión de carácter policial de NN.UU. formada por 400 policías. Llenaríamos esta tribuna sólo relacionando todas las misiones de apoyo creadas tanto por la Unión Africana, por la Europea, como por Naciones Unidas.
No hubiera pasado de estas referencias a la Cumbre Africana de París, si no me hubiese sacudido la conciencia un estremecedor y acertado «vistazo al globo» publicado por Alfredo Semprún en estas mismas páginas el pasado dia 9 de diciembre, con el título: «Centroáfrica, un millar de muertos tarde». Nos decía con dureza: «Sepan que los que viven allí, si, los negros africanos, son como cualquiera de nosotros, con las mismas aspiraciones, temores y esperanzas. Dicho de otra forma: los cadáveres mutilados de Bangui también eran seres humanos; hay que recordarlo para cuando las dificultades financieras o de cualquier otro tipo, aconsejan el fin de la intervención internacional». Y nos recordaba que ya denunció la situación en marzo. Entonces un Obispo misionero comboniano español –Juan José Aguirre– hizo un angustioso llamamiento a la comunidad internacional cuando guerrilleros musulmanes asaltaron la misión de Bangassou en el norte del país. Los combonianos fueron fundados por el italiano Daniel Comboni (1831-1881), considerado el primer obispo de África Central, elevado a los altares por Juan Pablo II en 2003.Y añade Semprún: «Al calor del saqueo cayeron sobre el país como una plaga de langosta los bandoleros chadianos y sudaneses y con ellos los nómadas Mbororo, que vagabundean por medio África con su ganado, sin hacerle ascos a un buen pillaje».
Este es el cuadro con el que se enfrenta Francia , cuando sus 1.600 efectivos llevan una semana sobre el territorio proporcionando seguridad a una aterrorizada sociedad, desarmando a unas milicias que han hecho de la presión del terror y el pillaje su modo de vida. La operación «Sangaris» compartirá tiempos con «Serval» la misión desplegada en Mali, en la que participa España, desde comienzos de este año.
Varios actores más sobre el escenario, además de Francia. China viene financiando iniciativas y procesos de paz desde hace años. Rusia contribuyó en su día con un Hospital de Campaña, Unidades de Ingenieros y medios de transportes. La Libia de Gadafi intervino en algunos acuerdos de paz. Siempre queda la duda sobre quién trabaja pensando en las riquezas naturales del país. Por supuesto la Unión Africana y Naciones Unidas que han dado legitimación internacional a la intervención francesa en la Resolución 2.127. Esta, potencia la capacidad de una misión internacional, MISCA, para «proteger a los civiles, restablecer el orden y la seguridad, estabilizar el país y facilitar la llegada de ayuda humanitaria».
«Sangaris» ya tiene un coste en vidas de dos soldados franceses. Pero puede salvar la de cientos de centroafricanos.
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