Carlos Rodríguez Braun

Cine y comida

En las películas también se come. Algunos entusiastas dejan de comer para ir al cine, como contó Guillermo Cabrera Infante: de niño, su madre llegó a plantear a la familia la alternativa de «Cine o sardina», como tituló el escritor cubano su libro en Alfaguara. Lo recordé cuando (gracias, como siempre, a Begoña Gómez de la Fuente, amiga y compañera de «Herrera en la Onda» en Onda Cero) pude leer «Comer de cine», del productor audiovisual y crítico gastronómico Pepe Barrena, publicado en Las Arenas por la Editorial En Boga. Revisa el filete de Lubitsch en «Ángel», la paella de García Berlanga en «Todos a la cárcel», el ajo de Martin Scorsese en «Uno de los nuestros», la tortilla de «Airbag», el pescado de Monsieur Hulot en «Play Time» de Jacques Tati, y Julia Roberts y el timbal de pichón en «La boda de mi mejor amigo» de P.J.Hogan. Destacan restaurantes célebres como el parisino Maxim's en «Gigi» de Vicente Minnelli (aunque el autor abomine del remilgado Maurice Chevalier). Divierte el alegato contra la «nouvelle cuisine» de Alfred Hitchcock en «Frenesí». Y desfilan, claro, «El festín de Babette», «La Grande Bouffe», «Comer, beber, amar», «Como agua para chocolate», «Jamón, Jamón». E inevitablemente, por supuesto, el más célebre caníbal del séptimo arte: Hannibal Lecter. Una vez más queda refutado que sobre gustos no haya nada escrito. No quiero ser menos. Mis favoritos son el chuletón de «El hombre que mató a Liberty Valance» y el pollo en «Tom Jones».