Ángela Vallvey

Cólera

La Razón
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Séneca definía la cólera como una violenta emoción del ánimo que voluntariamente y por elección nos inclina a la venganza. Existe también una enfermedad llamada cólera, infecto contagiosa, que ataca al intestino, producida por una bacteria que ocasiona deshidratación, y síntomas que más vale omitir. La cólera del ánimo se parece mucho a la del intestino. La produce la bacteria de la ira, un bicho capaz de romper el corazón a la vez que inflama las venas, enrojece el cuello, inyecta de sangre los ojos y nos vuelve locos: reduce a detritos el alma. Un espíritu encolerizado resulta impredecible, provoca dolor y enfermedad, destrucción y desatino. Dicen que la cólera se expresa en distintos grados: impaciencia, arrebato, violencia, furor, rencor y venganza. Muchos de los asesinatos por violencia de género, cuyas tristes noticias manchan las páginas de los periódicos demasiado a menudo, están cometidos por personas que han actuado bajo los efectos de la cólera, que no han sabido controlarla. A pesar de que los antiguos decían que las mujeres y los niños eran más propensos a padecer cólera que los hombres, la realidad demuestra que esta funesta emoción es capaz de turbar a cualquiera. La cólera lleva a las personas a recorrer caminos infectos, a tomar decisiones injustas, a enlodarse en el despecho. Un buen abogado defendería a su cliente disculpando su ataque de cólera, que lo llevó a cometer un delito, diciendo que habría padecido un «trastorno mental transitorio». Y el juez seguramente lo aceptaría. La cólera puede ser mortal, pero siempre es temporal. Resulta tan intensa y peligrosa que difícilmente puede mantenerse durante mucho tiempo. Es una energía brutal que no puede manejarse ni ser dirigida hacia objetivos justos y buenos. Lo mejor que puede hacerse con la cólera es dominarla, acallarla, convertirla en pura nada, en vacío. Hay muchas emociones de frustración e impotencia que, por el contrario, sirven para encauzar la voluntad por caminos provechosos. Pero la cólera es estéril, siempre produce efectos irreparables. Es bestial, y de resultados lastimosos. Frecuentemente criminales. De no ser por la cólera, los tribunales de justicia se encontrarían mucho más ociosos. Sin embargo, la cólera alimenta las estadísticas del crimen, la oscuridad y el maltrato en el ámbito doméstico. Contra la cólera sólo vale contar hasta 1.000 muy despacio, o repasar la lista de los ríos de Albania. Y pensar que, quien vence a la cólera, se gana a sí mismo.