Julián García Candau

Con cartas marcadas

Madrid y Barcelona ya saben que no se pueden enfrentar en Copa hasta la final. Con mejor intención no podía ser determinado el camino hacia la misma. Cualquiera que sea el adversario que aspire a llegar a ella conoce de antemano que tropezará con uno de los dos en el camino. Favorecer a los modestos de Segunda B, para que la fortuna les proporcione el mayor ingreso de la temporada, es justo y benéfico. Ya que no existe la eliminatoria a partido único, conceder a los segundones la posibilidad de llevar a su campo el partido del siglo es plausible.

Determinar los recorridos posibles de cada participante con tanta antelación es privar a la competición de las emociones, de la incertidumbre. El torneo merece seguir la pauta tradicional de sorteo tras cada fase. Saber a estas alturas que lo más probable es no pasar dos rondas resta interés. Con el sistema que durante tantos años se siguió se podía aspirar incluso a llegar a la final si la fortuna acompañaba. De ese modo fue posible que alcanzaran la disputa de la Copa equipos que pasaron eliminatorias porque el sorteo no les puso por medio a los más grandes. Ahora, con pentagrama marcado ya saben hasta dónde puede llegar su canción.

Conocidos los siguientes cruces no va a caber la posibilidad de fuertes emociones entre los más calificados. La historia de la Copa está llena de grandes confrontaciones en ctavos, cuartos y semifinales. Incluso en tiempos se jugaban partidos de desempate en lo que llegaban a caer favoritos.

Posdata. Al campeón, teóricamente, le esperan Valencia, Athletic y Real Madrid. Ni adrede.