Reformas en Cuba
Contra el tirano
Es un sabor amargo, pegado al paladar y hecho de una pizca de rabia, algo de tristeza y toneladas de decepción. Lo he sentido bastantes veces pero ninguna tan intensamente como ahora, quizá porque empiezan a pesarme los kilos, las canas y las cosas. Y no es, aunque a alguno le choque, por esta España nuestra donde a pesar de patibularios como Otegi y de todo ese tropel de malandrines y zarrapastrosos, no hay jornada que no nos llevemos un disgusto.
La primera ocasión que recuerdo con nitidez haberme equivocado como periodista fue hace más de tres décadas, en Nicaragua, cuando descubrí estupefacto que aquellos sandinistas que había descrito en mis primeras y balbucientes crónicas como la quintaesencia del guerrillero idealista y generoso, eran unos majaderos que torturaban, robaban y asesinaban, sin preocuparse un ápice por la justicia o la libertad. Uno de aquellos facinerosos, con quien compartí hasta campamento en las montañas, es Daniel Ortega, que acaba de dar un golpe de estado incruento, ha despojado de sus actas a todos los diputados opositores y elevado a la categoría de vicepresidenta a su esposa, la misma Rosario Murillo que escribía poesías mientras su marido violaba en casa a su hija Zoila América. Mucho más adelante, ha habido un buen rosario de hechos en los que políticos, a los que consideraba capaces e ilusionantes, me han dejado frustrado. La lista es larga e incluye desde dirigentes de la opulenta Europa, que permanecieron paralizados mientras se desmembraba Yugoslavia a funcionarios de organismos internacionales que no movieron un dedo para evitar el genocidio en Ruanda, pasando por la panda de cenutrios que tuvieron la desventurada idea de dar pábulo a la independencia de Kosovo o a los panolis que en aras de una imaginaria «primavera árabe» alimentaron la locura del terrorismo islámico. Lo de hoy es casi peor, porque afecta a gente cercana, incluidos esos incoherentes que nos dan lecciones de ética cada día y hasta pretenden gobernarnos. La corrupta Justicia venezolana ha ratificado la condena a 14 años de cárcel impuesta al opositor Leopoldo López, que lleva más de dos años enterrado en vida en una mazmorra.
Era lo que se esperaba, porque el inepto Maduro controla el aparato y nunca el Poder Judicial ha fallado contra el Gobierno, pero me duele que ni en Madrid, ni en el resto de las capitales del mundo civilizado, se haya alzado todavía una voz instando a intervenir ya contra el tirano.
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