Iñaki Zaragüeta
Crece el peligro
No es nuevo. Se sospechaba que las oleadas de inmigrantes servían para introducir componentes de comandos yihadistas en el continente europeo. La sospecha se ha convertido en constatación y España afronta un problema serio, sangriento. La valla de Melilla amplía el drama social al riesgo terrorista, más aún cuando nuestro país ha sido señalado como objetivo de atentados.
Que la frontera de Nador emerja definitivamente como un riesgo a la tragedia, debe al menos instalar la desconfianza como la madre de la seguridad, en nuestro Gobierno y en los de la Unión Europea, tal como pregonaban los clásicos.
El frustrado acto vandálico del tren de París ha mostrado la utilización de España como vehículo de paso para Ayoub al Kazzami, el detenido gracias a la actuación de tres pasajeros. Conviene recordar que Madrid ya padeció el asesinato de casi 200 personas en 2004, un acto vandálico, que sirvió, además, para promover el cambio de Gobierno.
Por tanto, las amenazas no deben caer en saco roto, sobre todo cuando existen datos del proselitismo ejercido por algunos imanes en mezquitas de España.
El ministro de Defensa, Pedro Morenés, lo decía bien claro el pasado domingo en una entrevista a LA RAZÓN: «España no es una isla libre de atentados, por lo que es preciso prevenir con alerta, información y seguridad el peligro y luchar contra el terrorismo islamista para evitar que llegue a España».
Con semejante escenario, sorprende la simpatía hacia los movimientos yihadistas o hacia sus embriones por parte de círculos de la izquierda radical, como si no les importara ni percibieran que la libertad es incompatible con los regímenes en los que aquéllos son protagonistas. Así es la vida.
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