Marta Robles

Credos prohibidos

La Razón
La RazónLa Razón

Dirán ustedes que me falta cintura, pero en estos tiempos de terrorismo yihadista, degollamientos televisados y brutalidad impulsada por esta religión, no consigo ver con simpatía a sus fieles. Sé, cómo no, que entre los musulmanes los hay buenos y malos, como en todas las religiones, pero tengo la sensación de que la suya no les permite ni avanzar, ni cumplir con las normas de las Constituciones del mundo moderno. En el artículo 10 de la nuestra se dice que «la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social». No me meteré en otros jardines de igualdad, pero ¿alguien cree que imponer el uso de un velo no atenta contra los derechos fundamentales y el libre desarrollo de la personalidad? Pues ahí está, recientito, el caso de Martorell, donde una madre ha mordido y agredido con un cuchillo a su hija por no colocárselo. Que la ira de la musulmana se incrementase por encontrarle a la chica un teléfono móvil ratifica que quienes profesan esta religión impiden que los suyos actúen con libertad, aunque la Carta Magna así lo determine. Y yo me pregunto de nuevo, ¿cómo es posible que no se prohíba una creencia que impide cumplir con los preceptos constitucionales?, ¿o es que acaso habría que respetar cualquier fe, por mucho que instara a actuar contra la Ley? Me da igual el credo, pero, como ciudadana de un país libre, abogo por prohibirlo si se enfrenta a nuestra legislación.