César Vidal
¿Cuál es el plan?
Me lo repito una y otra vez. Intento convencerme de que tiene que existir, pero les doy mi palabra de que no consigo verlo por ningún lado. Ni siquiera un débil indicio. Después de que los nacionalistas catalanes volvieran a insultar a todos los españoles tapando el retrato del Rey y se hayan llevado otra parte generosa de nuestros impuestos, he contemplado estupefacto cómo Artur Mas recibía a Mariano Rajoy con gesto de perdonavidas; cómo le negaba la mano con la chulería típica del paleto que piensa que la mala educación es signo de gallardía; cómo el presidente del Gobierno informaba a quien amenaza con despedazar España de que todos los días a las siete hace gimnasia en una cinta y cómo el príncipe aguantaba la situación con rostro de circunstancias y la mayor dignidad posible. Todo sucedía apenas unas horas después de que CiU y la ERC proclamaran que habían dado inicio a la «transición nacional» o, dicho en román paladino, al proceso de independencia y de que se anunciara con más de una década de retraso el procesamiento de significativas figuras del nacionalismo catalán. Digo yo que frente a todo este panorama debe de existir un plan. Quizá consista en dejar que los nacionalistas declaren la independencia de Cataluña y así libren al resto de España de más del treinta por ciento de la deuda de las CCAA; de una sangría interminable de gasto absurdo y de una sucesión ininterrumpida de humillaciones y corruptelas. Sería doloroso, injusto y muy triste, pero puedo comprender que en las alturas se haya llegado a la conclusión de que no existe otra salida mejor tras décadas de pasividad cuando no de alianza con el nacionalismo catalán. O quizá el plan es radicalmente distinto y, en realidad, pasa por defender la integridad territorial de España y cumplir la Constitución y demás normas del ordenamiento jurídico. Sinceramente, lo ignoro, pero creo que, en justicia, el pueblo español tiene el derecho a saber si existe un plan y, siquiera en líneas generales, cuál es. De lo contrario, puede que una mañana se despierte con la noticia de que, tras la entrega de la última remesa de millones de euros salidos de sus bolsillos en dirección a la Generalidad, ésta ha decidido declararse independiente ante el tancredismo incomprensible del Gobierno nacional. Si así fuera, lo que quedaría de manifiesto es que ante el peor desafío a la democracia desde 1975, nunca existió un plan. Luego que Dios se apiade de nosotros.
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