Alfonso Ussía
Cuidado con las bodas
Antaño, la gente se casaba por la Iglesia y se conocía de verdad en el viaje de novios, lo que los cursis denominan luna de miel. En muchas ocasiones, poca luna y menos miel. He conocido a recién casados, que a la vuelta del viaje de novios se han devuelto los rosarios de sus madres y todo lo demás, regalos de pedida de mano incluidos. Mi vieja amiga Amaya Ipurdi-Aundi, gran culona, se casó en San Sebastián con un opositor a Notarías y escaparon después de la cena de la boda a una playa del Caribe. Ahí estuvieron veinte días. Volvieron separados. Amaya experimentó una gran decepción cuando él, paseando por la orilla de la playa blanca, el mar azul celeste y las palmeras de rigor –todas las playas del Caribe son iguales–, le confesó que no sabía nadar ni montar en bicicleta. Había estudiado tanto que no tuvo tiempo para aprender a nadar ni a montar en bicicleta, habilidades imprescindibles para toda mujer donostiarra. Para colmo, en la primera noche, el opositor a Notarías, en lugar de proceder al sacramentado fornicio se puso a estudiar con la excusa de las inmediatas oposiciones, y ella se quedó a dos velas. Un desastre. Otros en cambio, volvían felices de sus viajes y ella, algo abrumada por el pudor, le confesaba a su madre en el aeropuerto: –Creo que estoy esperando, mamá–.
Ahora, los recién casados de retorno a la Madre Patria, tienen un nuevo inconveniente impuesto por el Partido Popular. Un requerimiento de la Agencia Tributaria en el que se les exige toda suerte de datos y facturas concernientes a la boda. Unos ilustres abogados me han facilitado la copia del requerimiento a unos clientes.En el impertinente documento se les requiere la fecha y lugar de realización del banquete. Si han instalado carpas para los invitados. Formas de pago y nombre de las personas a quienes se extendieron las facturas, así como una fotocopia de las facturas del restaurante o «catering» y los justificantes de los medios de pago de las mismas. En lo que respecta al transporte, se les demanda información del alquiler del coche nupcial, alquiler de autobuses para el desplazamiento de invitados, nombre de la empresa autobusera, muestra de la factura y fotocopias y justificantes de los medios de pago de las susodichas. En el apartado «Flores», nombre y dirección de la floristería donde se encargaron los arreglos florales relativos a la ceremonia religiosa y banquete, y facturas, y más facturas, así como la justificación del pago. En otro apartado «Fotografía, Vídeos, Disco Móvil y Orquesta» lo mismo de lo mismo, e igualmente por conceptos de «Trajes de Boda». Y finalmente, para no dejar puntada sin hilo y dinero para pagar los sueldos de los asesores de los políticos, El apartado «Joyería, Alianzas y Arras» con todas las exigencias anteriores. La novia y cliente de este despacho de abogados tuvo una pequeña charla discordante con su investigador. –Necesitamos la factura de las arras–; –imposible; informe de mi parte al señor Montoro que las arras eran de mi bisabuela, que falleció hace treinta años, y no tengo factura ni idea de donde las compró–; –pues aquí vamos a tener un problema. Las facturas hay que guardarlas y adjuntarla al bien heredado. Y sin factura no hay prescripción posible–. Una manera amable, optimista y positiva de iniciar el largo camino del matrimonio.
Y todo para pagar a mangantes, a chulos del sistema, a organizaciones amigas, y a golfos redomados que viven a costa del contribuyente. A partir de ahora, cuidadito, mucho cuidadito con las bodas.
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