Alfonso Ussía

Cuidado con Putin

Hoy me he despertado febril. Mi organismo no se ha adaptado aún al buen tiempo después de dos meses de ciclogénesis explosiva. Y la fiebre manda. De tal forma manda y ordena que me ha insinuado la conveniencia de escribir sobre Crimea, lo cual no entraba en mi imaginación. Y de Putin, que es el personaje que va a terminar llevándose al huerto a Crimea a pesar de las protestas de Obama y de la Unión Europea.

La síntesis de Crimea es sencilla. La península perteneció al imperio otomano hasta que Catalina la Grande, que los tenía mayores que Putin, decidió su invasión anexionándola a la Madre Rusia. Los turcos emigraron y los rusos repoblaron sus territorios. Y en el decenio de los sesenta –puede ser también el de los cincuenta del siglo XX–, Nikita Kruschev se la regaló a Ucrania, que era como regalárselo a uno mismo porque Ucrania era una República perteneciente a la Unión Soviética. Pero la mayoría de los habitantes de Crimea se consideraban rusos, y por lo que se está viendo estos días, siguen empecinados en la consideración.

Un levantamiento social en Kiev, capital de Ucrania, con más de cien muertos en Maidan, su centro neurálgico, ha derrocado al presidente Yakunovich, partidario de la fraternidad eterna con Rusia. Y un criminal, escrito sea de paso. Huyó. Los vencedores de la revuelta tienen de su parte a los Estados Unidos y la Unión Europea, que muy solemne y firme, ha reunido a los dirigentes de sus países miembros para anunciar que van a poner a Putin entre la espada y la pared con restricciones económicas. Cuidado con Putin. Un ruso valiente y bajito es mucho más peligroso que un ruso valiente y alto. Putin, para contemplar el horizonte de Crimea necesita ponerse de puntillas, y si en tan incómoda posición decide quedarse con ese horizonte, no se detiene hasta conseguirlo. Tiene a su favor a una abrumadora mayoría de los crimeos. Las claves a aplicar en los análisis a Rusia no son las mismas que para el resto de Europa. Rusia camina hacia el capitalismo, pero no olvida el imperio soviético, y a Rusia le importa un bledo que la Unión Europea le imponga sanciones, entre otros motivos, porque cuenta con la suficiente fuerza y poder para darle la vuelta a la tortilla y que el sancionador termine en condición de sancionado. Y a Putin le parece muy bien que los Estados Unidos y la Unión Europea ayuden económica y políticamente a Ucrania y al futuro Gobierno de Kiev. Se libera de esa obligación, porque es Crimea y no el resto de Ucrania lo que le interesa. En Ucrania hay un arraigado sentimiento de rechazo a Rusia, mientras que en la península de Crimea, el sentimiento mayoritario es el contrario. Añoranza de la Madre Rusia y Papaíto Estado.

En pocas semanas, y sin pegar un tiro, Ucrania se conformará con las ayudas europea y americana, y Rusia se quedará con Crimea. En un principio, mi corazón estaba en Maidan, pero el transcurso de los acontecimientos ha llenado de dudas mis inclinaciones. Para colmo, las de Femen han enseñado las tetas en contra de Putin, y ese hecho me ha desconcertado aún más. Yanukovich es un vivo que ha muerto. En el futuro terminará conduciendo el Metro de Moscú o ejerciendo el digno trabajo de mayordomo de Putin. Ya no les sirve. Pero debo reconocer que tampoco confío en demasía en Timoshenko y Klitschko, el deportista. Y entre Kerry y Lavrov me inclino sin prudencia de parte del canciller ruso, porque Kerry me parece tonto.

El refrán «Santa Rita, santa Rita, lo que se da no se quita» no está en vigencia en Rusia. La URSS le regaló Crimea a Ucrania porque Ucrania era la URSS. Y ahora se lo quita, porque Rusia es más fuerte y los crimeos así lo demandan. Y cuidado con Putin, porque el que puede imponer sanciones es él, y para mí, que está deseándolo.