Restringido

De bronca en bronca

La consejera andaluza de Fomento y Vivienda, Elena Cortés, tiene razones para sonreír, como su partido, IU. Se han salido con la suya en la bronca de los realojos. Aunque no aparezca en la fotografía, Antonio Maíllo, el líder de Izquierda Unida en Andalucía, llevó la voz cantante y tronante. Es un tipo singular, con su barba desarreglada, que no deja indiferente a nadie, ni siquiera al vicepresidente Valderas, de la misma cuerda. Ahora, después de salvar in extremis el pacto de izquierdas que sostiene a la Junta, tras la crisis de los desahucios, no tiene mejor ocurrencia que culpar de la crisis que ha estado a punto de mandar al garete al Gobierno andaluz a los del PP. Este cordobés de Lucena, 47 años, siempre ha sido un follonero, bocaraz y pendenciero desde los tiempos de la Universidad. Sabe latín, no en vano estudió Clásicas y ha sido profesor de latín y griego. No es, pues, un indocumentado. También domina el inglés y el italiano. Y es un político viajado, que se ha asomado al exterior y que aspira a presidir la Junta andaluza si un día se vuelve el viento y llega la revolución. Lo lógico es que a un biotipo como éste le cautive, como modelo, el régimen cubano o, cuando menos, el venezolano de Maduro. Acérrimo aficionado a las marchas de la dignidad y a las movilizaciones, nadie puede negarle a Maíllo su irreductible posición social a favor de los más necesitados y sus compromisos radicales, como el de la Corrala de la Utopía o el decreto antidesahucios. La frontera entre la utopía y la más disparatada demagogia aparece aquí muy confusa. Ya se sabe que las viejas recetas comunistas no han ayudado nunca al progreso de los pueblos y a la libertad. Es seguramente lo que menos necesita Andalucía, una región rica en posibilidades y que sigue deprimida en manos de eternos gobiernos de izquierda. Más pronto o más tarde este oportunista pacto de izquierdas, para impedir el gobierno de la derecha, ganadora de las elecciones, se romperá. Hasta entonces irán de bronca en bronca. La incompatibilidad entre la actual presidenta, Susana Díaz, una política que ha demostrado sensatez y que en esta ocasión no se ha dejado «acorralar», y el tal Maíllo, que no pierde ocasión de criticarla –«menos relaciones públicas y más Andalucía», le suelta– , es clamorosa. Es un matrimonio de conveniencia y mal avenido, que, después de este amago de ruptura, no resistirá la proximidad de las urnas.