Crisis económica
De brotes y luces
Las palabras no sólo no se las lleva el viento en estos tiempos de globalización y tecnología, sino que vuelven como un bumerán en el momento más inoportuno. Por eso hay que tener mucho cuidado con avanzar el avistamiento de luces, no vaya a ser que al final estemos hablando de espejismos, como aquellos brotes verdes que sólo Zapatero y sus ministros eran capaces de ver en ese desierto del Gobi de la crisis más profunda que nos ha tocado vivir desde que los felices años veinte se vinieran abajo como un castillo de naipes. Ojalá sea cierto que los indicadores empiezan a dar signos positivos, pero de momento la gran mayoría de los ciudadanos lo único que siente es miedo. Un miedo contra el que nuestros políticos no son capaces de luchar de manera efectiva, con mensajes nítidos, sin verdades a medias, que sirvan para luchar contra uno de los aspectos más corrosivos que esta teniendo esta crisis, que no es otro que el pesimismo. Un pesimismo profundo que tiene mucho de psicológico y que hace que quienes tienen ingresos regulares y trabajos con visos de una estabilidad aceptable intenten consumir lo justo, gastar lo menos posible, con lo que la actividad económica aparece prácticamente plana. No se trata de que quienes de verdad tienen en su poder los datos y, sobre todo, la capacidad de decisión para que las cosas se vayan enderezando, nos engañen. De eso ya hemos tenido bastante en la legislatura anterior y así nos está luciendo el pelo. Pero sería terrible que esa misma tentación se apoderara de quienes tienen ahora la responsabilidad de gobernar. Entre el optimismo antropológico de ZP, y la crudeza con la que Rajoy lleva año y medio explicándonos la situación de nuestras cuentas, seguro que existe un punto medio que, sin utilizar camelos en forma de brotes o de luces, consiga romper ese pesimismo paralizante.
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