César Vidal

De M a M

Hace mucho tiempo que llegué a la conclusión de que una de las mayores carencias de los analistas políticos es su falta de conocimiento de la Historia. Por ejemplo, es muy raro que, a pesar del uso continuo de la palabra «fascista», se pueda dar con alguien que cuente con unas nociones mínimas de cómo Mussolini alcanzó el poder, modeló el estado y se consagró como dictador. Lenin afirmó que el único hombre que podía desencadenar una revolución en Italia era un socialista de izquierdas llamado Benito Mussolini. Pocos saben que fue el rey el que convocó a ese Mussolini a formar gobierno y que constituyó un ejecutivo de coalición con una minoría fascista. Menos todavía conocen que Mussolini se mantuvo en el poder gracias a una reforma de la ley electoral que le permitió ganar elecciones de manera aplastante y ya, desde la cima del aparato del Estado, ir transformando un sistema parlamentario en una dictadura fascista. Cuando Mussolini modificó el funcionamiento de las urnas, acabó con la independencia judicial y obtuvo un control de los medios que le permitió inyectar en millones de italianos la idea de que era el amigo de los pobres se cumplió la profecía de Lenin. Mussolini sólo necesitó recluir a unos miles de personas y ejecutar a unas docenas para que nadie discutiera su poder. De no haberse aliado con Hitler, se habría convertido en un letal ejemplo de cómo desventrar una democracia desde dentro. Gracias a los anglo-americanos no lo consiguió. Sin embargo, a cerca de tres cuartos de siglo de su merecida caída, el fascismo en el sentido más exacto del término ha resurgido al otro lado del Atlántico. Por mucho que reciba la ayuda de Castro y las visitas de los profesores progres de la decaída Universidad española, si ahora existe una muestra clara de fascismo casi químicamente puro en el mundo es el chavismo venezolano y los sistemas políticos que orbitan en torno suyo. Como Mussolini, Chávez llegó al poder por las urnas, apeló a un pasado mítico y a enemigos capitalistas, insistió en que era la voz de los pobres, atacó la democracia liberal y, poco a poco, liquidó el Estado de Derecho. Su muerte no ha cambiado nada y los atropellos diarios sufridos por los que defienden la libertad en Venezuela constituyen buena prueba de ello. A decir verdad, hoy en día, la historia del fascismo se puede escribir de M a M, justo las iniciales de Mussolini y de Maduro.