Julián Redondo
De película
No es que no quieran, es que no saben, o no pueden, porque se angustian, como el Atlético frente al Levante; o se aceleran, como el Madrid ante el Valencia, o se desaniman, como le ocurrió al Barça con el Getafe. Quieren la Liga, la acarician y son incapaces de poseerla. Son muy buenos, pero no infalibles. Tiemblan. El «vértigo» se apodera de ellos y al ser de ida y vuelta los mantiene «encadenados», subyugados por el suspense de Hitckock hasta tal punto que son capaces de volver «de entre los muertos». Se vio Martino el sábado «con la muerte en los talones» y rezó un responso; no imaginaba que sólo unas horas después los rivales iban a resucitar a su equipo. Como el empate a dos de Cristiano redimió al Atleti de las peores cábalas al acercar al Barça a la tesitura de empatar el último partido por no favorecer al Madrid que, de ganar los tres encuentros, le aventajaría en un punto aunque venciera al Elche y al Atlético.
En pleno «frenesí» les asalta, sin embargo, «la sombra de la duda». Ya es casualidad que Zubizarreta conecte con Luis Enrique en la semana en que el Madrid tiene que jugar en Vigo. Hay algo más que «psicosis» y, como «los pájaros», se «sospecha» que las primas a terceros sobrevuelan la competición. Piensan mal unos de otros, se conocen y se miran como «extraños en un tren». Estimular a rivales que sólo tendrían que salir a ganar por aquello del prurito profesional es una parte del fútbol, como las tarjetas amarillas; pero es «juego sucio». Y no hace falta escabullirse tras la «cortina rasgada» de una «ventana indiscreta» para descubrir lo que parece un «crimen perfecto» que nadie se atreve a denunciar. Esto de las primas es como las meigas, que no existen, pero haberlas, haylas.
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