Pedro Narváez
De Rodríguez cibernético
La guerra cibernética ya tiene a sus víctimas y no son los secretos del FBI. Ashley Madison inocula la culpa que no pudo el Wikileaks que al cabo quedó en el pelazo de Aznar y en política del corazón de periódicos europeos, eso a lo que tanto miedo tiene Carmena cuando se trata de su escapada a Zahara, si bien el chascarrillo político es un clásico, casi un subgénero del periodismo. Volvemos a Aznar y sus abdominales. Y ya puestos pongamos que hablamos de Snowden. La alcaldesa de Madrid adjetiva una información sustantiva que es el preludio de la inquisición buenista. Cierro paréntesis. La web de contactos extra matrimoniales, periodismo del corazón que ha desembocado en el de sucesos, eso sí da miedito, provoca más infartos que la lista Falciani. Al menos los que figuraban en esta última tenían dinero mientras los otros deben una explicación a su pareja, que no hay oro que pague el mal trago. Los Rodríguez fueron la serie B del verano menos el Richard Sherman de «La tentación vive arriba», palabras mayores porque la conquista era Marilyn Monroe. Una parodia que se convirtió en canónica. Ahora han sido cazados donde se sentían seguros, en ese escondite de internet donde creíamos que sólo accedía Kim Jong-un. Aquellas escenas cómicas de cine de barrio en las que el cornudo encontraba a su mujer in fraganti son hoy cosa dramática en Matrix. No se me apasionen los afectados y espeten a los «hackers» lo que dijo Belén Esteban: «Ni que fuera yo Bin Laden».
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