Cargando...

Alfonso Ussía

Debatillo

Sigo con interés en las redes sociales un debatillo sostenido por una quimera. ¿Qué sería del «Barça» si Cataluña se independizara de España? Los «culés» más ingenuos apuestan por su participación en la Liga Nacional de España. Otros prefieren la integración del F.C. Barcelona en los campeonatos italiano o francés. Hablan de la hipotética Selección Nacional de Cataluña en la discusión. Absurda pérdida de tiempo. Acudan a la FIFA y a la UEFA. Para tener una selección nacional hay que participar en una Liga nacional. Lo de Italia y Francia son auroras boreales. ¿Por qué el «Barça» y no el resto de los equipos catalanes? Entonces aparece el fanático tonto que siempre tropieza. Escocia. De acuerdo, pero Escocia no es Cataluña. En Escocia se disputa un campeonato de Liga de alta calidad. Y Escocia tiene selección nacional desde el principio del fútbol. Otra cosa son los Juegos Olímpicos, en los que Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y País de Gales compiten bajo la bandera del Reino Unido o, lo que es igual, del Estado.

El F.C. Barcelona, en el caso casi imposible de la independencia de Cataluña, jugaría la Liga de Cataluña. Un «Barça»-Mollerusa sería un partido interesante. Y el estadio del Barcelona principiaría su época de asientos vacíos. En la Olimpiada de Moscú, todavía en tiempos soviéticos, todas las instalaciones se llenaban de público. En las primeras eliminatorias de ping-pong, el público lo conformaban los árbitros, los familiares de los jugadores y mil soldados del Ejército Rojo perfectamente uniformados y aburridos. He leído que Mas ha contratado a un asesor militar para que proyecte el futuro Ejército de Cataluña. Sucede que a los soviéticos les sobraban los soldados. Ocurre habitualmente en las dictaduras marxistas. La sociedad cubana sabe de eso. La mitad de los cubanos son soldados o policías. Podría darse el caso de llenar los estadios con uniformados si se estableciera en Cataluña una dictadura de ERC, pero no creo que hubiera disponibilidad en sus Fuerzas Armadas para llenar los campos de fútbol.

El «Barça», como club, perdería toda su fuerza. Messi pasaría de meterle goles al Real Madrid, al Atlético o al Valencia a hacerlo con el San Feliú de Guixols o el Torredambarra, del que fui socio cuando Luis Del Olmo era su presidente. Es decir, que no les harían falta ni Messi, ni Neymar, ni Iniesta, ni Alexis. Una Liga de fútbol en una nación de algo más de siete millones de habitantes da para poco. El Mónaco disputa la Liga francesa por dos motivos. Porque Mónaco es un barrio lujoso de Niza, y porque no cabe otro estadio en el principado del joven memo. El «Barça» competiría con equipos catalanes, con el Español a la cabeza, al que obligarían a cambiar de denominación porque un Real Club que se llame Español se podría considerar delictivo en una República Socialista de Cataluña. Lean las normas de la FIFA y de la UEFA y abandonen la discusión. España no admitiría en su Liga a equipos extranjeros, y Francia e Italia actuarían de similar manera. Tendrían que organizar su campeonato de Liga y, de tal guisa, disputar partidos oficiales con la Selección de Cataluña. Pero abandonando sueños y glorias, porque los grandes jugadores optarían por fichar por clubes de más proyección y empaque.

La grandeza, indiscutible, del «Barça» menguaría en menos tiempo del que se precisa para estornudar. Y en un decenio, ocuparía un lugar intrascendente en el fútbol europeo, más o menos como el Keflavik islandés, que tiene mucho mérito y es justo reconocérselo. Es decir, que no discutan tan acaloradamente por esa butifarra.