Restringido
Defender la libertad
La izquierda se apropió hace muchos años de ideas muy atractivas como progreso, derechos, libertades y otras muchas que resultan valores positivos para el electorado. Es habitual observar cómo muestra a los partidos de centro derecha como si fueran retrógrados y autoritarios. Es lo mismo que sucede en el terreno económico, porque siempre favorecen a los más ricos y las técnicas de elusión fiscal, pero luego aseguran que la «derecha» está al servicio de banqueros y empresarios. Los ex dirigentes socialistas se colocan muy bien en los consejos de administración o en despachos de «lobby», pero no importa, porque son los «defensores» de la clase obrera, aunque al PSOE le sucede lo mismo que a Podemos: no hay forma de encontrar un obrero entre sus dirigentes.
Es un error considerar que los derechos humanos y las libertades públicas se defienden en plan «Flower Power». Es otra de las características de la izquierda cuando está en la oposición, porque cuando consigue el gobierno interviene en la Guerra de los Balcanes sin necesidad de un mandato de la ONU, esa pintoresca agrupación que es la cumbre del buenismo y donde coexisten las democracias con todo tipo de dictaduras. Lo mismo sucede con la inmigración. Los corifeos de la izquierda, excelentes palmeros del poder, se rasgan las vestiduras cuando gobierna el PP mientras el PSOE tiene barra libre para reprimir o expulsar. No hay nada como ser un buen progre de la «gauche caviar».
La izquierda española tiene las inquietudes características de cualquier sociedad en decadencia. Es un síntoma de lo que sucede en Europa. No se habla más que de derechos y, por supuesto, de cómo aumentarlos. No me refiero a los derechos comúnmente aceptados desde hace siglos para definir la salud de una democracia, sino los propios del insufrible esnobismo burgués. Ahí enlazan muy bien las propuestas de Podemos, cuyos dirigentes forman parte de esas clases medias y altas propias de la burguesía acomodada de la posguerra europea. Los enemigos de la libertad y la democracia conocen muy bien nuestras debilidades. Es lo que le sucedía a la orgullosa Roma con los pueblos bárbaros. Los romanos no estaban dispuestos a ningún sacrificio para defender los «limes» del Imperio y los europeos sólo hablamos de cómo aumentar nuestros derechos mientras miramos al Estado para que nos mantenga. Europa es una sociedad decadente que ni siquiera tiene, como Roma, las minas de oro y plata de Dacia o el trigo de Egipto para mantener su tren de vida.
La izquierda hace siempre muy difícil, por no decir imposible, cualquier acuerdo para afrontar la delincuencia y el terrorismo. Es un grave problema que ahora se verá agudizado por la proximidad de las diversas convocatorias electorales. El debate entre seguridad y libertad es falso y maniqueo, porque son perfectamente compatibles. Nadie pretende organizar un Estado policial, pero la actitud de algunos políticos y periodistas de izquierdas hace que cobre fortuna esta absurda polémica. Con insistencia se repite la mentira de que Rajoy y el PP quieren restringir las libertades. Lo hemos visto con la Ley de Seguridad Ciudadana, pero la verdad no le importa a una izquierda que quiere conseguir réditos electorales. La lucha contra el terrorismo yihadista es muy complicada y se necesitan muchos medios y reformas legales.
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