César Vidal

Dejadles matarse (I)

Con la aparición del enésimo grupo islámico han comenzado a menudear las voces de los que reclaman otra intervención armada en Irak. Ese paso implicaría un gravísimo error que sólo multiplicaría las víctimas. Me explico. Hace un siglo, con todos sus problemas e injusticias, Oriente próximo era una zona más o menos tranquila del planeta bajo el gobierno del imperio otomano. El descuartizamiento de ese imperio tras la Primera Guerra Mundial sólo trajo como resultado la división artificial de esa parte del mundo entre Francia y Gran Bretaña. Se les llamó mandatos, pero eran nuevas colonias. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, ni Estados Unidos ni la URSS estaban dispuestos a tolerar aquella situación y las distintas naciones –totalmente artificiales– fueron llegando a la independencia bajo déspotas feudales como la casa de Saud. Ni Líbano, ni Siria, ni Jordania, ni Irak, ni el estado árabe de Palestina tenían raíz histórica alguna. No sorprende que, poco a poco, golpes sucesivos trajeran a nuevos tiranos cuya única virtud fue mantener unidas a las distintas naciones con mano de hierro y, habitualmente, evitar que el islam más extremo las conquistara. En algún caso, como el Líbano, el equilibrio estable saltó hecho añicos cuando llegaron elementos extraños como la OLP. Sin embargo, la zona se convirtió en un verdadero avispero cuando el equipo de Bush decidió derribar al repugnante Saddam Hussein creando un vacío de poder entre Irán y Arabia verdaderamente pavoroso. En estos momentos, sin un poder central, no son pocas las naciones en las que tribus y etnias combaten entre sí carentes de fuerza para imponerse. Estados Unidos y sus aliados deberían hacer lo mismo que hizo Reagan cuando el cuartel de los marines en Beirut saltó por los aires: retirarse y dejarles matarse entre ellos hasta que se vean obligados a entenderse. Como en el Líbano, correrá la sangre a raudales, pero acabarán llegando a un modus vivendi entre clanes y tribus. Es cierto que matan a los cristianos, pero no lo es menos que en Irak han desaparecido por completo gracias a que alguien quiso arreglar la zona y la desestabilizó para generaciones. Acojamos a los refugiados, aumentemos la ayuda humanitaria y olvidémonos de solucionar sus problemas. Siria es un matadero, pero aterra pensar qué sería ahora de no haber seguido la propuesta de Putin. Una nueva intervención armada provocará millones de víctimas añadidas, no pacificará el área y creará mayores deseos de venganza contra Occidente. Aunque algunos piensen lo contrario, el remedio sería peor que la enfermedad.