Restringido
Del béisbol al cementerio
Lo cuenta Mark Landler, del «New York Times». En cuanto Obama sube al «Air Force One», un bombazo sacude Occidente. Incluso Oriente. Sea como joven promesa o pato cesante, tanto da, no hay crucero presidencial sin su correspondiente killer de guardia, dispuesto a inmolarnos para cambiar muertos por vírgenes. La balada del yihadismo, la canción del verdugo, pasa por la deflagración constante de miles de peatones. La única forma de evitar que un atentado encuentre al presidente de viaje pasaría por encerrarlo en el Despacho Oval. Algo impensable incluso en los aislacionistas delirios del viejo Ron Paul. Otro sí sería el cabreo de sus gurús mediáticos, incapaces de contraprogramar la peste arrolladora mediante el béisbol. Qué mala suerte que el espectáculo habanero naufragase en un ecosistema mediático apretadito de muertos. Aunque para mala fortuna, digo yo, la de los ciudadanos detonados junto al Corán una blanca mañana de marzo.
Uno está en La Habana, en las gradas del estadio del brazo de un cocodrilo, Raúl, al que pretendes desbravar a base de McDonalds, y entre tanto las redes sociales, erre que erre, bombardean tu móvil con los nombres de cientos de presos políticos impugnados por la dictadura. Justo cuando enloquece el graderío va un reportero de la ESPN y te pregunta si habías pensado en no ir al partido. «Siempre es un reto cuando te enfrentas a un ataque terrorista en el mundo», respondió Obama. «Quieres ser respetuoso y comprendes la gravedad del momento, pero el verdadero objetivo de los terroristas es interrumpir la vida normal de las personas». Como quien añade no nos moverán. El problema es que el citado partido cae lejos de una hipotética cotidianeidad. Acaso la masacre en Bruselas ameritaba volar a Washington o, incluso, Europa.
Para los partidarios de Obama el reproche es tan parcial como el que en su día formularon al ex presidente Bush, al que el 11-S sorprendió en una escuela. ¿No quedamos en que aquel hombre vivía en un permanente estado de sitio? ¿Hubieran preferido que a partir de los informes contraterroristas previos, por lo demás insuficientes, se hubiera refugiado 24/7 en un búnker, permanentemente listo para el prometido desgarrón terrorista? Sostienen desde el entorno de Obama que se trata de disparar contra la presidencia, llueva o no llueva. Cada uno según sus apuros electorales y siempre pensando en lo nuestro. Que no es lo de todos sino lo suyo. O sea, el particular brujuleo político en pos de las debilidades rivales para mejor engordar tus bazas. Claro que, y hablamos de un claro descomunal, incluso ofensivo, en el caso de Bush la posibilidad de un atentado era una conjetura y en el de Obama una matanza real e irrebatible que enriquece el cementerio por segundos.
El terrorismo, en efecto, acapara portadas mientras altera la vida de la gente por la vía más rauda, la de su muerte. Puestos a elegir símbolos, entre el partido de béisbol o un discurso solemne en Bruselas yo hubiera elegido lo segundo. Con la matización de que no soy experto en marketing y, encima, me importa un carajo desbarajustar la agenda de un sátrapa como Castro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar