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Misterio uno: el primer entrenamiento de España después del 1-O caducó en 23 minutos. Vocerío ensordecedor, insultos a Piqué y mensajes contradictorios: «España es tu nación» y «Vete a tu país». En qué quedamos. Misterio dos: si antes del sábado el «Govern» declara la independencia, ¿cuál es el futuro de los clubes catalanes? En este caso, y en contra de aquello que dijo Oscar Wilde, «que el verdadero misterio es lo visible, no lo invisible», está más claro que el caldo de un asilo. Artículo 6 de la sección 4 de la Ley del Deporte 1835/1991: «Para la participación de sus miembros en actividades o competiciones deportivas oficiales de ámbito estatal o internacional, las Federaciones deportivas de ámbito autonómico deberán integrarse dentro de las Federaciones deportivas españolas correspondientes».

En un Estado Catalán sus federaciones ya no formarían parte de las españolas. Artículo 99 del reglamento de la RFEF: «Todos los clubes que quieran participar en competiciones oficiales en nuestro país deberán estar afiliados a la Real Federación Española de Fútbol e integrados en ésta, además de en la federación de ámbito autonómico de la que sean miembros». Además, y por extensión, quedarían fuera de las competiciones internacionales, en el caso del Barça, al margen de la Liga de Campeones. Serían soluciones tan drásticas como la proclamación de la República Catalana, pero en su caso, reglamentadas.

Misterio tres: ¿Podría soportar el Barça un presupuesto de 700 millones jugando la Liga Catalana? ¿Y Messi terminaría firmando ese contrato todavía a expensas de un acto protocolario? Se antoja una «frivolité» derivar un hecho tan grave como la secesión a un campo de fútbol o una cancha de baloncesto, pero es lo que hay en este asunto crucial: dependencia total de Messi y las consecuencias, no tan ligeras.