Alfonso Merlos

Derrotados

La Razón
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Rechazo total. El capitán tirado por la borda. Repudiado. Desacreditado. Separado momentánea o definitivamente del sillón de la presidencia por sus locos colegas en el más lunático aún sendero de la independencia.

La vergüenza en los ecos de la Prensa internacional. El hazmerreír. El gobernante que se presenta ante sus iguales como investido de todos los poderes imaginables para hacer y deshacer. Y que termina derrotado Colgado del andamio. Con la CUP retirándole la escalerilla.

Y, sin embargo, no asistimos a la conclusión de este proceso díscolo de desobediencia y desacato.

Quienes usan los escaños para ejercer de macarras aún gozan de margen de maniobra. Porque el club de la estelada (de Romeva a Baños) comparte una idea por encima de todas. Con los Pujol política y civilmente liquidados, con su octavo hijo arrumbado en la cuneta de la patada que le ha propinado el neoanarquismo filobatasuno, el camino de la ridículamente llamada desconexión debe seguir adelante.

No van a desistir. Van a desoír las leyes, van a considerar que los tribunales residenciados en Madrid pero con competencias nacionales son de cartón piedra. No han llegado hasta aquí para tirar la toalla. Al contrario: poner a éste o aquel presidente es una cuestión menor. La mayor es sostener el órdago, rebelarse y sublevarse ante el orden, meter el dedo en el ojo a quienes ejercen el magisterio desde las más altas instituciones del Estado.

Pero precisamente en los momentos de máxima crisis es cuando se demuestra el compromiso de los demócratas. El Partido Popular y el Gobierno lo están liderando. Con proporcionalidad. Con inteligencia. Con un plan. Con un resultado que será favorable para los creyentes en la libertad y en España. No hay razón para dudar.