Lucas Haurie
Desatinos de ayer
Por buen mote Curro Desatinos, el prestigio exterior del ex ministro socialista Miguel Ángel Moratinos obedece a su labor diplomática en Oriente Medio. Afrancesado por vía cultural primero y conyugal después, la familia de su esposa tiene casa solariega en el Sud Ouest: allí habrá aprehendido ese proceder tan del Quai d'Orsay, mitad antisemita mitad amigo de Israel, equidistante entre la islamofobia y la arabofilia, tan útil para apaciguar los ánimos en la orilla oriental del Mediterráneo. En el confín occidental del Mare Nostrum, vale más que las sutilezas de zoco la rotundidad sajona de los hechos consumados. Así nos torea el Foreign Office en Gibraltar desde antes de firmarse el Trágala de Utrecht sin que los gabinetes de Zapatero se diesen por enterados. Normal en quienes prefirieron gobernar con la vista puesta en las encuestas en lugar de en los libros de Historia. A la gestualidad relativista del leonés le calzaba bien ese traje del buen rollo, que lo mismo servía para que el líder del PSE txikitease con Josu Ternera al día siguiente de saltar por los aires la T4 que para darle tratamiento de jefe de estado (y peso a sus opiniones) a quien según el Derecho Internacional es poco más que un alcalde pedáneo. Ser «premier» llanito supone el equivalente contemporáneo a liderar una flotilla corsaria. Como si el III Duque de Alba se hubiese sentado a la mesa de Francis Drake, Moratinos consintió retratarse junto a Peter Caruana, el antecesor de este lenguaraz marrullero que responde por Fabian Picardo. Una vez perdido, el honor es casi imposible de restablecer.
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