Rosetta Forner
Desde mi cielo
La sola idea de que una madre, o un padre, pueda asesinar a un hijo nos horroriza y hiela el alma. Sin embargo, existe el síndrome de Medea (la mujer-madre da muerte a sus hijos para vengarse de su pareja). Sin embargo, no siempre se busca venganza o hay deseo de causar dolor al otro. A veces, las personas buscan solucionar un «problema» –ha adquirido tan sólo dicha categoría en su mente–, para el cual, consecuentemente, diseñan una «solución» a la medida del mismo, es decir, buscan en la solución la justificación del «problema y su resolución». Los seres humanos somos un universo indescifrable e incomprensible. Y las personas no son siempre lo que parecen o lo que nos gustaría que fueran. No podemos ver en el interior de nadie, por eso no acertamos a comprender –a veces, ni tan siquiera imaginar– por qué una persona puede hacer daño a otra. Peor aún, ¿cómo un adulto puede hacer daño a un niño al que ha decidido tener, o adoptar, para darle –se supone y espera– amor, cariño, para procurarle cuidados, protegerle? Saturno, en la mitología, se come a sus hijos. La conciencia es lo que nos permite no traspasar la línea que separa el cielo del infierno, o la bondad de la maldad, la ética de la crueldad. La brillantez académica no es garantía de bondad ni de equilibrio emocional-espiritual. Los asesinos no llevan un letrero escrito en la frente que nos advierta de su malvada naturaleza. No sabemos aún si a Asunta la mató su madre adoptiva, o si fue alguien de su entorno o qué pudo pasar. En la memoria de todos está el caso de los dos hermanos asesinados por su padre José Bretón, y todas las mentiras que éste inventó. Si Asunta pudiese, desde su cielo, contarnos quién le cortó el hilo de la vida dejándola inacabada... Nada ya la devolverá a la vida, pero al menos quien le cortó las alas no quedaría sin castigo. Hoy, todos los ángeles de la guarda lloran.
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