Alfonso Merlos
Desfondado y romo
Ha perdido cualquier clase de fuerza o empuje, si algún día bajo la batuta de Rubalcaba la ha tenido. Está agotado. Es lógico. No sólo eso. El PSOE se presenta hoy ante los españoles como una formación obtusa, incapaz de formular propuestas inteligentes, agudas, creativas. De donde no hay no se puede sacar.
Es de aurora boreal que, con el fortísimo rechazo o la extendida indiferencia que generan en la opinión pública, los socialistas se entreguen a hablar de la falta de autoridad, de responsabilidad, de liderazgo, de criterio tanto en el PP como en el Gobierno. ¿Les traiciona el subconsciente? ¿Están haciendo una proyección de sus problemas, limitaciones y carencias, volcándolos sobre el enemigo público número uno –la siempre antisocial derechona–?
De una forma u otra, con líos internos o sin ellos, haciendo oposición de pancarta o de salón, el hecho indubitado es que la valoración del propio Rubalcaba sigue cayendo a plomo. Y esto es de nota. Porque, en el momento en el que los ciudadanos, desencantados por la deriva de la crisis más fácil lo tendrían para girarse y buscar una alternativa a la que aferrarse, resulta que no ven nada creíble, consistente, fiable.
Quizá inconscientemente nuestros compatriotas están convalidando aquella gran verdad de Thatcher, según la cual el socialismo se acaba cuando se acaba el dinero de los demás. Y quizá saben que los problemas de deuda, déficit, paro y empobrecimiento de este país tienen que ver con que los del puño y la rosa se fundieron la pasta en siete años. Y con que ahora, lo queramos o no, debe imponerse la austeridad, esto es: la sobriedad, el rigor, la ausencia de adornos. ¿O algún insensato cree que estamos para adornarnos?
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