César Vidal
Después de...
En 1979, con la Constitución ya en marcha y la izquierda llegando a los ayuntamientos, se rodó en España un par de documentales –«No se os puede dejar solos» y «Atado y bien atado»– que se agruparon bajo el título de «Después de...». He vuelto a contemplarlos y reconozco mi fenomenal pasmo. En aquel entonces estaba casi todo por hacer y, seguramente, había conductas comprensibles en el paso de una dictadura a una monarquía parlamentaria. Lo abrumador es que sigan fosilizadas después de tantas décadas. Juzguen ustedes lo que se ve en ese documental: los cambios de nombre de las calles; las personas que exigían el desenterramiento de fusilados del bando vencido en la Guerra Civil; los andaluces abrumados por el desempleo que existía en su región y vociferantemente convencidos de que todo se arreglaría cuando Andalucía fuera una «nacionalidad»; los comerciantes quejándose de los impuestos municipales que significaban el hundimiento de sus pequeños negocios; las ancianas feministas que con setenta años gritaban: «Nosotras parimos, nosotras decidimos»; los católicos progres siguiendo un programa más cercano al Partido Comunista que a las enseñanzas papales; los nacionalistas catalanes y vascos –antes de la configuración del estado de las autonomías– afirmando que no era suficiente lo que estaban recibiendo; los empresarios intentando oponerse a una presión fiscal que iba a resultar fatal para su supervivencia; los desclasados idénticos a los actuales perro-flautas diciendo que pasaban del sistema porque ellos estaban en otras cosas; los que claman para que el Estado les entregue todo desde un trabajo a un piso; el resentimiento social que justifica todo en los males que causan «los ricos»; la gente que habla con el mayor dogmatismo de cuestiones que, a decir verdad, ignora; la elevada –aunque menos que ahora– tasa de desempleo... Habría esperado que en ese viaje hacia atrás se percibiera una distancia de cierta envergadura. Ya se sabe, a fin de cuentas, Fernando VII usaba paletó, pero algo cambió con el paso del tiempo. Sin embargo, he tenido la sensación de pasear por las mismas calles de una España que, lamentablemente, en muchos aspectos también es la misma a pesar del internet o de los DVD. Confieso que me ha sobrecogido pensar que la sociedad, en no poco, se ha mantenido inmóvil durante cuarenta años. Decididamente, hay que votar a quien tenga un programa que, realmente, sea de futuro y que nos ayude a salir de ese círculo vicioso que llevamos viviendo una y otra vez desde hace casi cuatro décadas.
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