Paloma Pedrero

Desvarío

La Razón
La RazónLa Razón

Siento que el mundo a mi alrededor enloquece y me pregunto: ¿seré yo? ¿Estaré tiñendo la mirada con mi propia locura? No lo sé, pero estoy francamente preocupada por lo que percibo en la calle, en los vecinos, en los amigos. Percibo un desnorte generalizado, un vivir como náufragos que chapotean hacia ninguna parte. Unos porque tienen miedos razonables, miedo a no encontrar trabajo o a quedarse sin él, por ejemplo. Quedarse sin ilusiones es el temor más grande de los que tienen resuelto el manduque. Otros temen calladamente a la enfermedad y a la muerte. Sí, el miedo está haciendo presa en nuestras vapuleadas mentes. Porque, queridos, estos temores no son un invento paranoico de la ciudadanía, son el resultado de vivir en una sociedad que nos agrede continuamente con sus leyes, con sus gobiernos embusteros, con sus venenos aéreos, acústicos y alimenticios, con sus medios de comunicación manipulados y pendencieros. Hay tantos daños. La televisión mostrándonos con avidez la guerra, la pobreza, el sufrimiento; y si cambias a canales que lo evitan, te encuentras en medio de la sandez. Y piensas como decía aquel, que “sólo hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de lo primero no estoy seguro”. Sí, la idiotez es muy agresiva. Genera crisis existenciales profundas. Entonces tiras para la calle y no encuentras dulzura. Y los vecinos te confiesan tremendas desgracias. Y ves a la gente corriendo hacia las farmacias. Y lo comprendes, comprendes que deben estar viviendo un infierno. Entonces no sabes qué hacer, qué pensar, en quién creer. A veces no tienes ni fuerza para coger un libro bueno. Sólo quieres dormir y soñar que mañana saldrá el sol. Un sol sin desvarío.