Pilar Ferrer
Dirigentes de Convergència: «President, no convoques elecciones»
Sucedió hace unos días, durante un almuerzo en un conocido restaurante de Barcelona. Allí acuden con frecuencia dirigentes de Convergència y varios empresarios catalanes. La tensión entre la Generalitat y Esquerra Republicana centra la conversación. «Son unos desleales», afirman los políticos sobre la actitud de ERC al permitir la comparecencia de Artur Mas en la Comisión parlamentaria que investiga el escándalo Pujol. «¿Para qué dar gusto a Oriol Junqueras cuando él nos apuñala?», se preguntan algunos sobre el adelanto electoral al veintisiete de septiembre. Aquí empieza a fraguarse un movimiento crítico, dentro de las filas de CDC, que le ha hecho llegar a Mas el mensaje de que, finalmente, no firme el decreto de convocatoria de unos comicios forzados por la presión del bloque soberanista.
Según fuentes del partido, en la última Ejecutiva de la Federación nacionalista se puso de relieve tal posibilidad. «President, no conviene este adelanto, no convoques elecciones», le habrían dicho al presidente, molestos por las últimas deslealtades de Junqueras, aumentadas por el perfil social y de izquierdas que ERC desea imprimir ahora a su estrategia política, inquietos por el avance de Podemos en Cataluña. Hasta el punto de votar en el Parlamento contra una enmienda de CiU y a favor de una iniciativa legislativa del PP sobre ayudas a la gran dependencia. Junqueras ha cambiado su discurso y aparca el debate separatista. «Prefiere la pobreza a la independencia», ironizan los convergentes. El pacto sigue cogido con alfileres y se tensa cada día que se aproxima la fecha electoral.
El calendario de las municipales de mayo está claro, pero no tanto el del 27 de septiembre. «No llegan unidos a la cita», aseguran en los partidos constitucionalistas, PSC, PP y Ciudadanos. Las fisuras son fuertes, agravadas por la comparecencia de Artur Mas mañana lunes ante la Comisión de Investigación, que ha sentado fatal en las filas convergentes. Esquerra ha aparcado de momento la ruta por la independencia y centra su actividad en dos pilares sociales: corrupción y pobreza cero. Sabedores de la losa que atenaza a CDC por los escándalos de la familia Pujol, tensan la cuerda. Todo ello hace que se tambalee la relación entre CiU y los republicanos. Algo que viene advirtiendo desde hace tiempo el líder de Unió, Josep Antoni Durán Lleida. «Son socios poco fiables», opina el dirigente democristiano.
El calendario de Artur Mas está definido. Mañana lunes, forzado por el voto de ERC, está obligado a comparecer ante la Comisión. Según su entorno, se desligará por completo de las acusaciones sobre su relación con Oriol Pujol y las gestiones sobre el caso de las ITV. «La obligación de un presidente es recibir a todo el mundo, ello no le implica en asuntos turbios», insisten en el Palau de Le Generalitat. Superado este trago, Mas ha convocado una importante Ejecutiva del partido para el 23 de febrero, fecha turbulenta por ser la misma en que comparecerá en la misma Comisión el ex presidente Jordi Pujol. A partir de aquí, Artur Mas quiere poner en marcha la refundación de CDC, con nuevas siglas que la aparten de los escándalos, y la llamada «lista de país» que aglutine personas no militantes de cara a las elecciones de mayo.
Los republicanos aspiran a «barrer» en estos comicios y apuntalar su poder municipal. Pero CiU aspira también a un buen resultado que afiance la figura de Mas. Por ello, el gobierno de la Generalitat intenta sacar recursos de dónde sea para hacer gestos en sentido social con los Ayuntamientos antes de la cita del 24 de mayo. «Tenemos que colgarnos una medalla», dicen gráficamente consejeros del Govern sobre la necesidad de aliviar exigencias económicas con sus ediles que les permitan un digno resultado. La pugna con Esquerra está servida y nadie duda de que las dos formaciones anteponen la política social al separatismo.
La oposición a un adelanto electoral cobra fuerza por varias razones. Además de no sucumbir a las prisas de Oriol Junqueras, subyacen factores importantes: el horizonte judicial de Mas en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, y la advertencia de Mariano Rajoy de que nunca aceptará unas elecciones plebiscitarias y puede impedirlas con la Ley en la mano. Muchos dirigentes de CiU son partidarios de volcarse en las municipales, persistir en el victimismo hacia Madrid, ganar tiempo y olvidarse de septiembre. Además, si Convergéncia acude con la independencia en su programa, la ruptura de la Federación sería inevitable con la salida de Durán Lleida y su trabajo en solitario con su plataforma «Construim». Algo a todas luces perjudicial para Artur Mas.
La lucha electoral en Cataluña será encarnizada. Mariano Rajoy y el PP ya están en campaña y no es casual haberla abierto en Barcelona. Volcarse en Cataluña es un claro objetivo ante las municipales de mayo. Antes incluso de designar candidatos, Rajoy ha querido elaborar el llamado «Manifiesto electoral nacional», que contiene dos premisas importantes: conciencia ciudadana frente a los populismos de formaciones como Podemos, y defensa de la Constitución contra el desafío secesionista. Son los dos adversarios en liza, junto a la defensa del bipartidismo entre PP y PSOE, que ha visto su primer fruto en el pacto antiterrorista suscrito por el presidente del Gobierno y el líder socialista, Pedro Sánchez.
La presencia de Rajoy, ministros del Gobierno y altos cargos del partido será continua e intensa en los próximos meses. En Moncloa y Génova perciben un descenso del soberanismo, un hartazgo de los ciudadanos catalanes y un auge de la izquierda. Por ello, el repunte económico, el empleo y las políticas sociales frente a una independencia trastocada, serán el caballo de batalla en los comicios. El presidente quiere escenificar su apoyo a la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, que sufre como nadie los dardos del nacionalismo, y al candidato municipal en Barcelona, Alberto Fernández, muy duro últimamente con el alcalde de CiU, Xavier Trías, a quien acusa de fomentar la desigualdad y taponar la Ciudad Condal bajo el debate separatista.
Los populares son conscientes de su difícil encrucijada en Cataluña. Pero confían en las fisuras del bloque soberanista, de nuevo muy latentes entre ERC y CiU. Junto al crecimiento económico, que alimenta buenas previsiones para este año, el PP hace un discurso rotundo contra la corrupción y en defensa de la Constitución. Superado el sarpullido de Bárcenas, los escándalos de Pujol y sus hijos contribuyen a un discurso efectista, en aras de presentar al PPC como una formación limpia, con valores y principios éticos. Los populares combaten el debate a favor de la independencia con un llamamiento a la unidad, dentro de la España plural, y plena vigencia de la carta Magna, que ha dado a los catalanes una autonomía y libertades sin precedentes.
El llamado flujo Madrid-Cataluña tiene también su reflejo en el Congreso. La renovación del Grupo Parlamentario, con Rafael Hernando en cabeza, incorpora gran protagonismo de diputados catalanes. Aquí se enmarca el nombramiento de Antonio Gallego como nuevo portavoz adjunto. Es además hombre de confianza de Sánchez-Camacho y su número dos, Enric Milló. La estrategia del grupo pasa por dar realce al debate sobre los buenos datos económicos, que permitirá una mejora en el sistema de financiación autonómica, aplazado por la escasez de recursos.
Según dirigentes del PPC, «Rajoy no habla catalán en la intimidad, pero ha hecho por Cataluña más que otros presidentes», aseguran en velada alusión a la conocida frase de Aznar. Apelan también al discurso de los afectos. Es decir, ofrecer «un cierto cariño» a los ciudadanos, desechando esa imagen de que sólo es buen catalán quien es nacionalista. «Hay que desterrar el mito de que Madrid nos roba y no nos quiere», afirman los populares catalanes. Se trata de conjugar las buenas estimaciones económicas con la llama de las emociones. Algo que agita el bloque soberanista. En todo caso, hay algo claro: las urnas están cambiando la relación entre ERC y CIU, y sólo Mas tiene la última palabra.
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