Ángela Vallvey

«Dólar blue»

Así se llama en Argentina al dólar que se compra en el mercado negro: «dólar blue». Los argentinos tienen la gracia de Adán bautizando las cosas, dándole nombre a la realidad. Y a los dólares negros los llaman azules, con su elegante manera de hablar la lengua del Imperio. Empezaron a designarlos así cuando sus gobernantes impusieron restricciones para que los ciudadanos no pudieran adquirir la moneda extranjera. Al no lograr comprar dólares legalmente, los adquieren «blue». Para los partidarios de regularlo todo, esos que dicen que nunca hay bastantes normas, vigilancia y control gubernamental, Argentina es un ejemplo de que intervenir el mercado tampoco da los buenos resultados deseados. Muchos creen que el intervencionismo está a medio camino entre la anarquía y el colectivismo, pero según las experiencias que cuenta la historia, más parece aproximarse a los sistemas que confían en el Estado como si fuera un Dios, o sea: a los dictatoriales. Los gobernantes argentinos han puesto tantas limitaciones, restricciones, prohibiciones, condiciones, tasas, impedimentos, reservas y negaciones, que la economía –de nuevo– se les está viniendo hacia lo «blue», donde el dólar puede ser libre, las presiones son menos y más las licencias. Argentina es un país que, mientras echa la culpa de sus males a «los recurrentes problemas del modelo neoliberal», ve cómo aparecen casi tantos tipos de dólar como días de la semana («dólar blue», «dólar oficial», «dólar turista», «dólar fuga»...), y una inflación que empobrece a los ciudadanos con la misma saña con que nos arruina a nosotros la no-inflación del euro. Recordar que la actual señora presidenta argentina se dice heredera política de aquella Eva Duarte Perón, Evita, que fuera buena amiga de Franco, resulta esclarecedor. Las leyes de los tiranos nunca se han llevado bien con las de la economía y el dinero.