Restringido
Domingo de Pasión, domingo de pregón
E l de ayer no era un domingo cualquiera en Sevilla pero no por las elecciones. En cita anual ineludible siete días antes del Domingo de Ramos, a catorce del inicio de la temporada taurina en La Maestranza, se pregona en el teatro homónimo la Semana Santa. El ginecólogo y poeta Lutgardo García hacía los honores en una función para la que una entrada se cotiza más que si el mismísimo Carusso hubiese salido del sepulcro para cantar junto a la Callas resucitada. «¿Votar? A Podemos», responde con guasa un capillita de colmillo retorcido que no ha olvidado el desliz de una lideresa del círculo local que insinuó la celebración de un referéndum mediante el que derogar las públicas profesiones de la católica. No fueron, seguramente, los encorbatados que hacían cola para abrazar al pregonero quienes llenaron las urnas con papeletas de la formación morada. Pero, ¿quién niega que la irrupción «podemita» ha sido sonada?
Sedicentes herederos de los indignados, seguramente engrosaron sus filas en la jornada de reflexión, cuando el Leganés arrasó en el campo del Betis. Quizá no como equipo de fútbol pero como termómetro sociológico, el club verdiblanco es muy fiable: por masivo y por transversal, y a fe que las masas verdiblancas bajaban el sábado en estado de franco cabreo por la avenida de La Palmera. «Hay que cambiar las cosas», mascullaba el socio en su desesperación, y allá que se fue a poner patas arriba el tablero político de la comunidad autónoma.
En el apuntalamiento del alto índice de participación contribuyó la meteorología, que anunciaba unas lluvias apocalípticas que disuadió del éxodo a las playas que impone el primer fin de semana de la primavera. No fue para tanto y el dominguero frustrado aprovechó los claros para acercarse a la urna. Tan concernidos estaban los andaluces por estos comicios, que votaron hasta los muertos, y no es en esta ocasión una exageración propia de la tierra ni un síntoma alarmante de que el socialismo real, con sus groseras manipulaciones del censo, ya está aquí. No, fue literal. En el colegio electoral de Zafarraya (Granada) recibió el voto por correo de un vecino del municipio ya fallecido que ejerció su derecho en vida. Un vecino que conocía al finado alertó a la Junta Electoral, que informó de que el óbito no restaba validez al sufragio. Tanta gente votando para terminar conformando un parlamento ingobernable que, a lo peor, obliga a repetir los comicios a la vuelta del verano y añadir una fecha más al cargado calendario electoral. Sería lo que los cofrades denominan «procesión extraordinaria», es decir, una salida que no se pregona y a la que sólo acuden los muy cafeteros. Porque todo entusiasmo es pasajero.
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