Restringido

Domingo de ramos

La Razón
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Son las mismas que he visto en la Plaza Mayor humilladas por seguidores del PSV, desfiguradas como el «Eccehomo» de Borja, obligadas a bailar y arrastrarse por el suelo. En el atrio de la iglesia estarán el domingo las pobres mujeres vestidas con sus sayas toscas y el pañuelo en la cabeza. Se sentarán en los poyos de piedra con su cestillo delante. «¡Que Dios se lo pague y que bendiga a su familia!», dirán cuando dejes caer dentro una moneda antes de entrar en el templo, tratando de purificar un poco tu conciencia y desobedeciendo la recomendación que hizo un día el cura al acabar la misa, antes del «podéis ir en paz», de no darles limosna. La razón del consejo eclesiástico, que no sonó muy evangélico, fue que eran víctimas de las mafias que las traían y llevaban a las puertas de las iglesias aunque cayeran chuzos de punta y que eran esas mafias las que se quedaban con la recaudación. La advertencia no tuvo mucho éxito, y allí siguen, haga sol o llueva, domingo tras domingo, recaudando unas monedillas, como las que les arrojaban, aunque con menos respeto, los energúmenos del fútbol.

El Domingo de Ramos cambia el habitual escenario de la mendicidad. La nómina dominical de población mendicante se multiplica y se engalla un poco. Es su día grande, una forma menos humillante de pedir limosna. Ofrecerán a los fieles que entran en la iglesia atadijos de olivo y de romero por «la voluntad» y las gentes se mostrarán ese día algo más generosas. Después alzarán los ramos en la misa, como en el primer Domingo de Ramos –«¡Hosanna al hijo de David!»– y se los llevarán a casa bendecidos por el sacerdote y por las manos de las gitanas. Y quién sabe si el buen Jesús bendecirá con especial benevolencia a estas pobres mujeres, llegadas de lejos, que lo mismo piden limosna en la Plaza Mayor que abastecen de ramos a la gente en la puerta de la iglesia, como aquella mañana en Jerusalén cuando llegó Él montado triunfalmente en una borriquilla, aclamado con palmas y ramos de olivo por los niños y la gente sencilla, camino de la cruz. Aquello fue lo que dio origen a todo esto y no parece que hayan cambiado mucho las cosas desde entonces.