Política Cultural
Don Mendo y Doña Rosita
Que «Los extremeños se tocan» o el «Romancero gitano» puedan editarse libremente desde antier es cualquier cosa menos una casualidad. Los derechos de autor prescriben ochenta años después del fallecimiento del mismo y tanto Pedro Muñoz Seca como Federico García Lorca son, amén de ilustres andaluces, cadáveres de la orgiástica cosecha de sangre de 1936 a los que no sólo une su talento de egregios escritores, sino también su condición involuntaria de víctimas de la barbarie nacional. Podría añadirse el epíteto «colaterales», ya que ambos fueron en su vida pública personajes por completo despolitizados, lo que no obstó para su asesinato: al dramaturgo por católico y al poeta por maricón, vicios privados intolerables según el lado de la barricada en el que uno tenga la desgracia de estar cuando se desatan las hostilidades. Más de tres cuartos de siglo después, sus descendientes nos inspiran en vano con su afán por cerrar las heridas y dejar que los españoles convivamos en paz. Un nieto de Muñoz Seca honra en la contraportada de este periódico la memoria de su abuelo sin caer en la provocación permanente de la carcunda progre, que intentó borrarlo del callejero de Madrid. Los deudos de García Lorca se oponen tenazmente a la agitación propagandística de la búsqueda de los restos mortales de su pariente, auspiciada por una administración regional rencorosa y por algún guiri listo que ha hecho del asunto un pingüe negocio. Los hooligans de uno y otro bando son impermeables al ejemplo de las familias, como corresponde a su esencia sectaria, analfabeta y violenta. «Los jóvenes partieron alegres a la batalla porque nunca habían conocido la guerra» (Tucídides). La palabra del año en 2016 ha sido «populismo». La de 2017 será «polarizar» y la de 2018, «destrucción».
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