Irene Villa

Duro y difícil

Semana dura de recuerdo. 25 años se han cumplido del atentado de la Casa Cuartel de Zaragoza en el que se asesinó a cinco niñas y a las esposas de quienes han vivido (algunos toda su vida) marcados por el sello la muerte de una banda criminal, y que fuera también justificado para conseguir fines políticos. Antes sólo tenían la culpa de que el País Vasco sea parte de España los policías, los guardias civiles, algunos jueces, fiscales, periodistas, políticos... Y los niños, civiles, transeúntes... eran «simplemente» daños colaterales. Tampoco olvidamos a las víctimas de la Casa Cuartel de Vic (también cinco menores entre los diez asesinados), ni a los 21 asesinados en un gran centro comercial en Barcelona, ni la masacre de la Plaza de la República Dominicana en Madrid... Jamás olvidaremos a esos cientos... miles de personas condenadas a vivir sin sus seres queridos, sin sus compañeros de viaje, sin sus hijos... porque tuvieron que pagar durante el resto de su existencia el odio de quienes no aceptaban, y me temo que nunca aceptarán, los designios geográficos del país en el que les tocó nacer. Miles de personas, sin haber tenido nada que ver con decretos territoriales, viven sobrellevando la violencia y deseando que no se repita. Por ello jamás han querido tomarse la justicia por su mano, lo que les honra, pero al ver que hoy aquellos crímenes quedan rentabilizados por un hueco en nuestra democracia y que uno de los jefes terroristas que ordenaron dicho atentado de Zaragoza, «Ternera», sigue libre, poder pasar página se hace francamente difícil.