Rosetta Forner
Educando a quien educa
Independientemente de la carrera que se estudie, lo que cuenta es el contenido sea de calidad y que éste se enseñe bien. Puede desmotivar y dar al traste con potenciales futuros brillantes, además de condenar al alumno con aspiraciones de buen profesional, a hacer horas extras en la biblioteca para compensar el déficit de calidad que conlleva el que imparta la materia un profesorado mediocre o con poca vocación académica. En nuestra universidad (privada y pública) hay un exceso de enchufismo propiciado por el «sistema» (se suele enseñar donde se estudió). El método «amiguismo» ahuyenta la excelencia, y se lo pone muy difícil a aquellos con verdadera vocación. Por suerte, todo problema tiene su remedio correspondiente: desarrollar medidas que propicien la excelencia, impedir el enchufismo, y garantizar la calidad del profesorado. Los partidos de izquierda, que tanto abogan por la igualdad de oportunidades no caminan lo que hablan, no son congruentes. De serlo, se hubiesen comprometido en mejorar la calidad de la enseñanza en la Universidad española, la cual estaría en niveles estratosféricos. No todo el mundo sirve para enseñar ni tiene los conocimientos necesarios. Como coach profesional, he visto florecer másters y cursos de coaching impartidos al abrigo de universidades privadas cuyo profesorado disimula su mediocridad rodeándose de amiguitos (las clases se reparten entre los «recomendados»). En «cuchipanda» sacan matrícula. Esto no debería permitirlo el sistema educativo de este país pues se le toma el pelo a la gente. El antídoto para la estulticia es que los profesores sean modelos excelencia y profesionalidad. Una sociedad y un Gobierno que se respetan a sí mismos, ponen medidas para que la «borremasa» no sea quien domine numéricamente. Si España quiere ser competitiva, además de invertir en I+D, deberá procurar una educación de calidad. Fomentar la competitividad da muy buenos resultados sociales. En Estados Unidos la gente se supera a sí misma. Aquí o bien se igual hacia abajo al otro o se usa el «enchufe» para medrar. Es de sentido común exigir a quién enseña, que sepa lo que enseña.
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