Julián García Candau

Efectos balsámicos

El público del Madrid no podía recibir a su equipo con muestras de desagrado. Los diez minutos finales contra el Borussia, y los tres goles del Bayern en el Camp Nou, tuvieron efecto balsámico. La única manifestación notoria contra los resultados obtenidos en Europa la recibió José Mourinho, quien solo tiene en las gradas del Bernabéu los ánimos de gentes que nunca han sido del agrado de la mayoría de los socios del club y en cuyos antecedentes hay toda clase de desacatos.

El Valladolid ha jugado toda la temporada dando buen tono futbolístico. Su entrenador, Miroslav Djukic, anunció que venía al Bernabéu a jugar como sabe, sin complejos. Y lo hizo desde el comienzo. Fue el primero en marcar y cuando se vio en desventaja reaccionó y logró nueva igualada. Ni siquiera cuando el partido se le fue de las manos cambió de actitud. Defendió las bondades del espectáculo. Su gran deficiencia está en la blandura de su zaga, aunque ante las avalanchas del Madrid es difícil atrincherarse. A estas alturas de la competición puede seguir practicando buen fútbol porque no tiene necesidad de amarrar ya que prácticamente está a salvo de inclemencias. Mourinho recurrió a conservar a titulares y solamente alineó a Özil y Xabi para mejorar el resultado. El Valladolid no se rindió y cortó los entusiasmos locales con el golazo de Sastre. Madrid-Valladolid no fue partido de trámite porque los visitantes plantaron cara. Pero enfrente estaba Cristiano.

Posdata: ¿Alguien le podría soplar a Mourinho que Del Bosque ganó dos Ligas de Campeones?