Cristina López Schlichting
Egoísmo
Cadáveres y cadáveres y cadáveres. «Es una vergüenza» ha dicho el Papa, y esta vez lo hemos entendido todos. Y sin embargo, no todas las costas europeas hubiesen podido albergar el espectáculo de una barcaza incendiada con medio millar de personas a bordo, sin que ninguno de los barcos que pasaban prestase ayuda. Porque ha sido terrible tener que enterarse de que hasta tres pesqueros rechazaron pararse, por temor a una ley que castiga en Italia el auxilio en alta mar a este tipo de refugiados. Ante el desastre de Lampedusa, inmediatamente el Gobierno italiano ha culpado a Bruselas: «Son las fronteras de Europa con África» argumentan, «ellos han de poner los medios». Pues depende. Inmigrantes en muy superiores tasas reciben Francia o Alemania, y España, a su vez, está físicamente rodeada de territorio africano en los casos de Melilla y Ceuta, con el esfuerzo y el gasto que supone mantener fronteras en semejante circunstancia. Es verdad que las mafias de tráfico humano son un problema, que nos lo digan a nosotros. Y que la responsabilidad de vigilar la salida de los inmigrantes es de Túnez, Libia, Argelia o Marruecos (cuántas veces hemos renegociado con Rabat), pero auxiliar a un ser humano en peligro de muerte no es responsabilidad sino de quien se lo cruza, sea guardia civil, marinero o «padre patera». ¿Cómo es posible que Italia castigue al que acoge a los inmigrantes naúfragos? Pues tiene su razón de ser la cosa y merece la pena saberlo. La Ley Bossi-Fini de 2002 fue implementada por Umberto Bossi, fundador de la Liga Norte, el partido que pregona la independencia de la región de Padania, en el norte de Italia. Actualmente ha moderado sus reclamaciones y postula la transformación de Italia en una república federal. Si parece norma que el norte de los países sea casi siempre más rico que el sur, en el caso italiano las diferencias son abismales. Fundada en esas diferencias ha nacido y crecido la Liga Norte, que no es más que la expresión política de los más ricos, los que no quieren cargar con lo que llaman el «lastre» meridional. Este tipo de nacionalismos siempre entraña un complejo de superioridad, de modo que no es de extrañar que el concepto de frontera les sea muy caro. Y de ese concepto de linde cruel y excluyente nació la Ley Bossi-Fini, que pretendía hacer de Europa un castillo. Al final, las definiciones políticas son expresiones de valores humanos. La ley que ha dictado la muerte de cientos de personas en Lampedusa nació del egoísmo de algunos que se consideraban mejores.
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