Iñaki Zaragüeta

El año inútil del President

La Razón
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Cuando Artur Mas propuso a Carles Puigdemont para presidente de la Generalitat catalana, sabía que con él la llama separatista se mantendría encendida y que su política consistiría en echar gasolina a ese fuego. Así ha sido, el «hereu» (heredero) ha radicalizado su relación con el Gobierno central y no se ha cansado de dificultar cualquier posibilidad de acuerdo. La intransigencia, el odio a España y la insolidaridad con el resto de comunidades ha sido el denominador común de su actuación, a excepción, claro está, de aquellos movimientos independentistas que, como él, sólo piensan en romper nuestra nación.

Dicho esto, si a los políticos hay que juzgarles por los resultados, convendremos en que Puigdemont no ha dado la talla. Su producción ha sido nula. ¿Qué avances ofrece hacia sus objetivos? Ninguno. Como expresa el rico refranero español: «Mucho ruido y pocas nueces».

Su referéndum legal no pasa de ser una entelequia, lo que en Filosofía se denomina «utopía» (aquello que pudiendo ser nunca será). ¿Qué es eso de aprobar una ley de transitoriedad jurídica que sustituirá a la legalidad española para sacar adelante el plebiscito? Mejor me abstengo de calificarlo. Sin olvidar que la Justicia avanza y más de uno va a sentarse en el banquillo y nadie impedirá someterlos a los tribunales y a la ley. Como el resto de los españoles.

Eso por lo que respecta a la independencia. Si hablamos de gestión, aparecen nubarrones más peligrosos. Ni siquiera ha podido convencer a los anticapitalistas de la CUP para que le apoyen los presupuestos y cuya dependencia no emerge como la más consistente y estable para el bien de Cataluña. Así es la vida.