CDC
El asalto de ERC
El «procès» tiene más trampas que una película de chinos de las de antes. Todas se las tienden a los convergentes de Puigdemont y caen. No hay posibilidad de paso firme sobre el fango. Dejemos de mirar el dedo, el anuncio de referéndum, para ocuparnos de la luna, la miasma sobre la que se ha construido un relato en el que se empeñan en envolver a una parte menguante del pueblo catalán. La política siempre funciona como una manta. Cuanto tira Puigdemont hacia la independencia deja al aire las vergüenzas de una formación que ha tenido el 3% como lema. Junqueras, que quiere ser presidente, puso en marcha una investigación sobre usos y costumbres convergentes. Suena a libro de folclore pero es un manual político. Esos datos se los entregó al juez del 3%. Ahí están los documentos que certifican irregularidades y manipulaciones a la hora de adjudicar la obra pública en tiempos de Mas, entre 2011 y 2015. Clásica alteración de concurso para dárselo a los «preferidos» que luego devolvían con lazo y papel de celofán las mordidas. El viejo procedimiento con el nuevo paladín, Mas con capa de «senyera». Pese a la auditoría y lo que iba sabiendo, Junqueras montó «junts pel sí» y se fue de la mano hacia eso que llamaron las elecciones plebiscitarias, otras autonómicas más. Todo se ha precipitado. El vicepresidente encargado de los procesos electorales quiere tenerlo todo atado y bien atado para eliminar políticamente a esa convergencia burguesa con la que han competido a «cara de perro». Así que se fue con los amaños y los apaños al juez y el juez mandó a los Guardias. Recuperando las declaraciones del día en el que la Guardia Civil fue a buscar documentación a las instituciones catalanas, hay un silencio de ERC. Son los de Junqueras los que llevaron a la benemérita al Parlament y a la Generalitat, mientras sus socios de Convergencia se desgañitaban hablando de humillación. Es el canto del cisne con Puigdemont sin coro en el papel solista. Todavía creen que borrando a Pujol y Ferrusola de los vídeos de aniversario de Barcelona 92 se puede hacer como que nunca ha pasado nada. Demasiado tarde. Los que aspiran a hacerse con el Gobierno tienen el mando que abre todas las trampillas para que la convergencia, otrora hegemónica, entre en esa lenta descomposición en la que van entrado los partidos de centro derecha cuando pierden el poder. Es cuando esas formaciones ponen de manifiesto matices. Unos tiran a la democracia cristiana, otros se quedan con el punto liberal, y los mas se acoplan en el conservadurismo provinciano hasta escribir el epitafio.
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