Papel
El ausente en el debate
Un notable socialista, crítico, me confesaba al terminar el debate: «Sánchez es un bluff. Cada vez que ha tenido un momento político exigente, se ha equivocado». Subjetivo, claro. Duro, sin duda. Aunque realista. Si bien anoche salió al ataque y elevó el tono, lo hizo sin pies ni cabeza, pisando charcos que sobre todo volvieron a recordar la aciaga etapa socialista de Zapatero. Al igual que la ausencia del presidente del Gobierno sobrevoló el debate a cuatro en Atresmedia, en el vibrante duelo de la Academia de Televisión faltó el líder de la oposición.
Por más que en Ferraz 70 se empeñen en presentar al candidato como la única posibilidad real de sustituir al líder popular, en realidad son conscientes de que el próximo jefe de la oposición estaba ayer en La Sexta. Porque son Albert Rivera y Pablo Iglesias los que se juegan quién ostentará la próxima legislatura el rango máximo de la «nueva política» frente al PP. Sánchez no es ya percibido por la gente como la alternativa a Rajoy. Eso no lo cambia un debate, por muy seguido que sea Rajoy, como fino observador de la vida pública, sabe que no va a ser Sánchez el gran adversario a quien va a tener que enfrentarse después del domingo. Por ello, aun ausentes, las fuerzas «emergentes» marcaron la ruta por la que se movió. El candidato del PP rehuyó cuanto pudo entrar en el «Y tú más», pues sabía que era gasolina propulsora para Ciudadanos y Podemos. «La pelea encarnizada entre PP y PSOE», apunta un estratega genovés, «sólo agranda las figuras disidentes de Rivera e Iglesias». Sánchez, angustiado, no tuvo inconveniente en transitar esa senda.Llegó, incluso, al insulto personal. Quizá por ello podría decirse que este duelo frente a las cámaras ha servido como el tiempo otoñal vale para las conversaciones de ascensor: «Vaya mes de diciembre, ni frío ni lluvia, ¿eh?... Para que digan que esto del cambio climático es una patraña». Luego, segundos después, un adiós de despedida, y si te he visto no me acuerdo. Rajoy no tuvo en frente a su verdadero contrincante. Supongo que Rivera e Iglesias se han frotado las manos. Llevaba aprendida la lección. Como se ha insistido desde Génova 13, no hacía falta que se la recordasen. Este ha sido el cuarto debate que disputa en unas elecciones generales. En dos ocasiones se vio la cara con Zapatero en 2008, otra más con Rubalcaba en 2011, además de anoche con Sánchez. Así que experiencia, uno de los puntos firmes en los que se apoya la campaña del PP, la tiene toda.
Sabía el presidente que su tarea era hablar a los españoles. A quienes gustan de la moderación. A los que valoran el cambio de tendencia que ha propiciado este Gobierno. Presentarse natural, tal como es. Y no desperdiciar la ocasión que le da para lanzar su mensaje este tiempo en el que ha disminuido el ruido político. A eso trataba de ir. No deseaba Rajoy perderse en disputas que le desviasen del objetivo. Aunque Sánchez insistía una vez tras otra en llevarlo a ese terreno.
Rajoy sabe que el candidato del PSOE muere por su falta de liderazgo y de proyecto. Por la debilidad de ver tanta gente a su alrededor preparada a moverle el sillón. Pedro Sánchez, por más que buscó embarrar el debate, endurecerlo, porque era su última oportunidad, ha sido meramente una muletilla propicia para recordar continuamente cómo se encontró España el PP cuando llegó a La Moncloa. Y es que el amargo recuerdo de las políticas de Zapatero es todavía un poderoso despertador para los desmemoriados.
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