Julián Redondo
El bohemio y el chivato
No sé qué sucedería si Casillas imitara a Valdés y anunciara su deseo de volar del nido. Nada bueno para él, posiblemente. El portero del Barcelona, en un ejercicio de responsabilidad, facilitó la búsqueda de un sustituto al anticipar que en 2014 no renovaría. Se dice de él que tiende a bohemio, un tipo muy especial; puestos a elucubrar, con idénticos argumentos se le coloca en el Bayern de Múnich, junto a Guardiola, o en un equipo de playa de arena blanca, exótico, a la sombra del palmeral. No hay término medio; pero se le respeta y aunque Pinto cumple se le echa de menos. Hoy juega.
Casillas se recupera de una lesión ósea, mucho menos dolorosa que las heridas del corazón o que los tajos del alma. A medida que el Real Madrid avanza, y según reduce sus problemas a una cuestión de puntos –los 13 que le lleva el Barça y los que pierden sus figuras al volante–, los detractores de Iker se multiplican, crecen como las setas en otoño. La semilla de Mourinho ha prendido y el que todavía hoy es considerado mejor portero del mundo, cuando se recupere tendrá que convencer incluso a Ferguson de que sus cualidades permanecen intactas. Pero quizá Sir Alex, como tantos y tantos, como demasiados, prefiere creer que Casillas es el chivato, el soplón que filtra las miserias del vestuario, el antimadridista que dio el primer paso para firmar la paz social con Xavi y Puyol, paradigmas del «seny» azulgrana y, como él, pilares de la Selección.
Las dos paradas a Robben son imágenes sepia, de otro siglo, acaso inventos. «Mou», Karanka, Ferguson y su legión han descubierto en el bueno de Diego López, como antes en Adán, virtudes que ni Del Bosque imagina.
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